ABSTINENCIA

Daniel trata de escribir algo pero ninguna idea se hace presente. Todo lo que se le ocurre es simple, sin metáforas, sin métricas y el tiene la idea de que debe escribir algo complejo. Busca en su diccionario palabras, sinónimos. Algo que lo pueda inspirar, pero nada. Intenta frases que luego borra y comienza a cansarse de escuchar el sonido del televisor transmitiendo programas infantiles. Se levanta del escritorio y les cierra la puerta del cuarto a su mujer y a Mateo (su hijo de 5 años). El televisor aun se escucha, pero menos y Daniel vuelve a sentarse frente a la pantalla blanca. Nada. Comienza a tratar de escribir algo:

“Era de noche cuando sonó el campanario…”.

Su mujer sale del cuarto y le pregunta si se encuentra bien y Daniel le grita que baje el volumen de ese televisor, a la vez que Mateo se pone a llorar.
Daniel le pega con el puño al escritorio y su mujer trata de calmarlo. Mateo llora con más fuerza. Daniel le grita que se calle y que se vaya a llorar al cuarto, mientras que su mujer trata de encontrar la manera de abrazarlo. Daniel esta enrojecido de impotencia y de dolor. Apenas se desprenden algunas lagrimas de sus ojos. Esta de pie, con los puños apretados y tensos y su mirada extraviada.
Su mujer le dice que ya pronto pasara. Que es cuestión de tiempo. Que esta orgullosa de el, que tenga paciencia. Daniel se relaja un poco y abre la heladera para servirse agua. La misma heladera que veinte días atrás estaba llena de vinos baratos y cerveza. Le pide a su mujer que vuelva al cuarto con Mateo y un momento después, el sonido de dibujos animados se desliza por todo el departamento.
La blancura de la hoja nuevamente. Daniel borra la frase anterior y escribe:

“Blanca como mares de ginebra, dolores de abstinencia, ausencia de recuerdos por noches secas. Pronto todo va a pasar. Solo son momentos. Todo esto, ya se va a pasar. Hoja blanca como alcohol puro. Todo esto ya pasara…”

Daniel lee lo que acaba de escribir y nuevamente lo borra. Se levanta hacia la cocina. Se sirve mas agua y vuelve al escritorio. “Veinte días es una eternidad”, piensa. “Tiempo, mas tiempo, que todo esto ya se me va a pasar”