Hay luna llena y no puedo dormir. Fue hasta hace un par de horas que me di cuenta que ya mi vida anda sin ti a mi lado, y me sentí bien. Me has llamado durante la semana y poco ha sido lo que he logrado rescatar del pasado, tu voz ya no me desgarra el alma, tu pelo no me vende sueños y recuerdos al dos por uno, pero tus ojos siempre me dirán que me amaste y que te ame, porque es a ellos a los que nunca podré mirar de frente sin pensar que alguna vez esos ojos me dijeron “yo también”.
Vaya suerte que tuve, ando bien del alma y mi memoria no pasa facturas.
Me reencontré con los amigos, esos que valen más que el oro del Perú y que sus precisos y sinceros comentarios caen en mi vida como gotas de rocío calmando lo que fue una tormenta allá por febrero.
¡Ya aprendí a pronunciar tu nombre sin tener que llorarlo antes!
Encontré en una cajita de cartón un papel y un parche. El papel lo use para escribir lo que sentía y el parche lo cosí en mi pecho donde dejaste ese huequito por donde se escapo mi alma que ahora anda de vuelta y me dice –Hay que aprender a vivir solos.