Estaba yo en una cueva, no, una caverna, en una sala honda y muy ancha, en cuyo centro había un lago. Sus aguas eran verdosas, azulosas, semi-putrefactas e incitantes, reveladoras. Era un pequeño lago, pero si me acercaba a medir su extensión con claridad me resultaba enorme. Quise adentrarme, y tomé un viejo bote de su orilla. Inmediatamente estalló la tormenta. El viento silbaba poderosamente. Encallé en un minúsculo islote con el espacio justo para un viejo molino semi-destruido y un anciano molinero. Yo esperaba a los héroes de la historia, al joven y la joven. Los deseaba. Envuelto en una gran incertidumbre, desperté.