De las muchas cosas de las que se puede escribir sentado en un sanitario está el amor o la ficción del amor. Se puede escribir de como las contradicciones son el pan, la fruta y la siembra de todas als cosas que pasan en rededor. Esta es otra historia de esas, de las que suponen contradicciones y confusión.
Yo entré a casa y no escuche las canciones depresivas, cierto. Pero no miento que las canciones aveces tocaban acordes sin permiso mientras yo veía el pasado y el devenir. En todas als montanas que subí y baje, esa fue la mejor. El saber que definitivamente uno sí puede llegar a amar, o reírse, o hasta recordar. Las mujeres de mi vida son retrazos de amor unilateral, y eso no está mal si te das cuenta que, tarde o temprano, todo pasa a ser bilateral, y hasta en casos extremos (en que el dieblo se anima) al que aman unilateralmente es a uno.
Yo, finalmente, puedo decir que he caminado sin contradicciones. Ese día (el que cuenta) terminé durmiendo y pensando en alguien, no en ella, que la vería muchos meses después, casi más de 36 meses, y no me arrepentiría de ninguna de mis decisiones, ni de las de ella ni de las del destino, que fue un principal actor de aquel teatro y drama. Sin drama no habría esto, lo que los bobos llaman amor.
Bobo o no, el asunto es que todo tiene que llegar a un final. Y ese final fue inesperado. Es que en los tríos uno nunca sabe quién es crío y quién no. Yo me enteré hace poco, y no está mal. Después de todo, el amor no puede ser mal cosa |