Lorena es adoptada, a sus padres nunca los conoció, solo conoció a esta nueva familia que la llevaba a una nueva vida. Su padre adoptivo Raúl, tenia un hijo no reconocido y nunca lo reconoció, y cuando conoció a Elza, su madre adoptiva, se enamoro de ella y lo dejo todo por ella. Elza tenia 3 hijos con don Máximo León, un hombre bruto, un leñador. El mayor de los hijos, jorge, fue dejado en casa de una tia, a mil kilómetros de la vida de Elza. Las otras dos hermanas fueron dejadas en un internado, para que nadie entorpeciera esta nueva relación entre Elza y Raúl. Ambos tuvieron un hija, Claudia, que a los 3 años de edad, sentada en su cuna, murió por muerte súbita, dejando un mar de llantos y una ola de recuerdos insatisfechos del amor de Raúl y Elza. Debido a la enorme amargura decidieron adoptar a Lorena, quien lleno por completo sus vidas, y trajo la alegría y el final feliz a sus vidas. Lorena siempre escuchó las anécdotas de cómo habían nacido sus hermanastros, y veía como era la mas privilegiada de la familia, y como sus hermanastros eran maltratados en la casa de la tía a kilómetros de distancia y en aquel frío internado en la cordillera. Veía como recibía todo el amor de sus padres adoptivos y como estos traumaban a sus hijos negándoles su amor, su cariño, su tiempo, su vida.
Creció mirando los traumas ajenos, y creció viéndose como aquella niña de 3 años que seguía viviendo en ella. En su rebelde adolescencia, perturbada por los recuerdos de su pasado, instigaba hasta el limite a su madre para que de una vez por todas le dijera porqué no contaba la anécdota de cómo había nacido ella, o porqué no le contaba que era adoptada. Su poco carácter la obligaba a conformarse con argumentos vagos y excusas evasivas de su familia, pero ella siempre supo que no pertenecía a esa familia, que su sangre nunca seria la misma, y sabia que no tenia la fortaleza para encontrar a su verdadera madre, a su verdadera sangre, y que tendría que esperar a que el destino la llevara de vuelta a su verdadero hogar.
Un dia conoció a José Luis, un joven hermoso, de espalda abrumadora, tez canela, suaves y calidas manos, fuertes como su calor masculino, hicieron el amor toda la noche que se conocieron, eran el uno para el otro, ambos escapaban de sus historias. Fue un mes de locos enamorados ardientes de pasión, visitaron los mas románticos pasajes del amor, y conocieron el cielo infinidad de veces. De esa relación apasionada nació Sofía, una niña de ojos azules como el cielo, radiante del amor con el que fue fecundada. Al poco tiempo José Luis hizo un viaje lejos de ambas, y nunca se hizo responsable de su paternidad. Lorena lo llamaba y poco a poco se fue enterando de la historia de la cual escapaba José Luis. El había sido padre a los 18 años, y a sus 29 años ya era padre de tres niñitas, Constanza de 11 años, Carolina de 5 y ahora Sofía. Su madre había fallecido cuando el era pequeño y se crió solo, con un padre obrero que no tenia tiempo para acompañarlo durante el día, y que tuvo que conocer la realidad mas pobre desde su tierna infancia. Siempre con la ilusión de encontrar a una mujer que reemplazara al amor que su madre nunca pudo darle, dejaba hijas regadas por el lugar que pasara, y sin mas vergüenza que un diario sobre la cabeza y un boleto de bus se alejó de la vida de Lorena y Sofía. Lorena amarrada a su hija de dolor y de amargura, pensaba, que probablemente se estaba repitiendo la historia, de ella y su madre desconocida. Solo que ahora, ella contaba con una familia rica, que la apoyaría económicamente para alimentar y educar a Sofía y que no seria necesario darla en adopción como su madre lo había hecho con ella. Algún día lo entendería.