Ayer tocaron mi puerta a las seis de la mañana.
Y como siempre, amanecí malhumorada y con los cabellos revueltos
No me detuve a mirarme al espejo y abrí la puerta esperando que fuera algo importante, algo
muy importante como para perturbar mí sueño.
Seis de la mañana, ocho años después y con una maleta en su mano apareció él.
No dije nada, lo dejé entrar y con el mismo descaro con él que el llegó, me regresé a mi cama, me cubrí con las cobijas y volví a dormir tres horas más.
Cuando desperté abrí mis ojos lentamente, él me contemplaba. Ya no recuerdo cuantas madrugadas soñé con esa misma imagen, y esa mañana era real.

Ocho años fue mucho tiempo.
Fueron los justos para borrar sus dedos de mi piel.
Para hacerme fuerte, y darme valor cada mañana.
Para asesinarlo con mis letras.
Para mentirme jurando que ya no lo amaba.


Resbalaron unas lágrimas por mis mejillas.
No me salía la voz…
Sacó unas cajitas de su maleta,
las puso sobre la mesa
Y se fue, llevándose el último pedazo de mi corazón.