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Suicida invernal
Era una noche de invierno, mi cama estaba helada, en el ambiente caía una bruma espesa acompañada por ráfagas de viento y sería descabellado deambular por las calles solitarias.
Era noche de invierno, mi cama estaba helada; en mi mente sólo cabía tu recuerdo nebuloso porque hacía varios meses que no te veía y mi corazón te añoraba porque mis ojos sentían necesidad de ti.
Era una noche invierno, mi cama estaba helada; tomé una pluma y un cuaderno y apunté estas melancólicas palabras, no tenía sueño y una desesperación convulsionaba en mi pecho.
Era una noche de invierno, mi cama estaba helada; la soledad se había convertido en mi confidente y yo la acepté como paño de lágrimas, le confesé muchas cosas de este mundo que no me agradaban y ella sólo me escuchaba.
Era una noche de invierno, mi cama estaba helada; fui a la cocina y tomé un arma blanca; y desangré mis muñecas que fluían chorros de ríos rojos con el tiempo cesaban.
Era una noche de invierno, mi ataúd estaba frío, pasé por el umbral al paraíso y atravesé el ancho río; me negaron la entrada al cielo y me culminaron en el infierno.
© J. L. Salomón |
Texto agregado el 08-02-2009, y leído por 101
visitantes. (1 voto)
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Lectores Opinan |
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08-02-2009 |
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Muy bien ralatado tu suicidio. Tuve miedo de que tomaras una hoja de lechuga para cortarte las venas. Te sigo leyendo... caballero_1 |
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