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La búsqueda ha comenzado. Franco Ferreira, no ha dejado ni un solo malandra en pie, solo por conseguir un nombre que lo lleve hasta el invasor. Hasta los mendigos han sido víctimas de su crueldad e impotencia.
Desahuciado por la falta de información, recurre al único lugar en el que no había buscado. Solo ellas podrían decírselo y se sentía un verdadero imbécil por no haberlo pensado desde un principio.
El cincuenta por ciento de los clubes nudistas de la ciudad le pertenecían. Su esposa había puesto a cargo de estos clubes a sus antiguas compañeras de trabajo. De seguro el hombre que buscaba en algún momento habría pasado por esos lugares.
Cada vez que una de las muchachas atendía en privado a un cliente era filmado por las cámaras de seguridad en el pasillo que llevaba a las habitaciones. Era una buena medida de seguridad y a la vez una forma de adquirir influencias mediante el chantaje.
El tío de Ana hacia enviar las cintas a sus oficinas del casino en donde eran analizadas por sus secuaces y luego minuciosamente archivadas hasta que las circunstancias lo requieran.
Buscó a su enemigo reciente en las últimas cintas de la semana y lo encontró. Cuando llamaron a la joven que lo había atendido, al verlo palideció. Era el hombre que la había dejado inconsciente, algo que él ya sabía, pues por ello habían reforzado aún mas las medidas de seguridad poniendo cámaras también en las habitaciones. Cuando le preguntó su nombre, la encargada del lugar que estaba acompañando a la muchacha le recordó que en esa ocasión, le habían hecho llegar una nota dirigida a su persona.
Iba a tirar la nota pensando que se trataba de algún tipo extravagante, porque ni siquiera había golpeado o violado a la joven. Solo la había drogado con una sustancia que no pudieron detectar en los exámenes que le realizaron después. Es más, pensaron que la muchacha exageraba pues era nueva y no estaba acostumbrada a los antojos de sus clientes, que muchas veces incluían drogas, lo cual también los beneficiaba.
No se deshizo de la nota, porque la droga que había utilizado este cliente en particular era totalmente nueva y por sobre todo, no era suya, y esperaba poder encontrarlo en algún momento para negociar la fórmula.
En ese momento recordó que le había parecido extraño y hasta algo cómico lo que decía la nota: "No busques mas, soy Caro Rudolff. Mis más cordiales saludos." Franco lo había tomado como una improvisada tarjeta de presentación y no quiso rastrearlo porque pensó que el extraño también quería entablar un negocio con él, y para no ahuyentarlo dejó todo como estaba.
Ahora se arrepentía profundamente. Y por primera vez en muchos años sintió miedo. Se preguntaba desde cuando lo observaba, y si en ese mismo instante estaba siendo vigilado, qué tanto sabía y si sabía algo, cómo lo utilizaría.
Imprimió la foto del hombre y la repartió por toda la ciudad. El que lo llevara vivo hasta su presencia, recibiría una recompensa cuya cifra era sencillamente irresistible.

Texto agregado el 07-02-2009, y leído por 126 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
27-02-2009 me emborrache...ma;ana sigo. Es mu bueno. jugama
12-02-2009 vamos por más, me sigue gustando***** JAGOMEZ
08-02-2009 good! lluvia_gris
 
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