Caminaba nervioso frente al altar, la novia no aparecia.
Pasaron los minutos, casi una hora, y, ella, llorando entraba a la Iglesia a pasos muy lentos hacia el.
Su hermoso vestido blanco, y su coronita en la cabeza de jazmines, la dejaban parecida a esas muñecas de libros de cuentos.
El, al verla, tan hermosa y tan suya, estaba muy feliz.
Orgulloso, pecho y frente erguida, ya cayo su presa con el trofeo mas grande.
Miraba a todos por arriba de los hombros.
Estatico, de frac, se acomodaba la ropa a cada momento.
Ella, una verdadera reina que avanzaba, no lo miraba, solo, solo observaba al Cristo que pendia con cadenas del techo abovedado.
Cuando estaba llegando, ella, al altar, un hombre en la primera fila, de traje, pero sencillo, la mira y deja escapar unas lagrimas.
El novio tan orgulloso, fruncia los labios, inmovil como un militar.
La novia toma del brazo al hombre sencillo y caminan hacia el sacerdote.
El novio no se habia dado cuenta, por lo presumido.
Cuando el sacerdote pregunta al publico si alguien tenia algo para decir, el hombre sencillo, dijo, -¡si!, ¡yo!, ¡yo la quiero de verdad!
El novio que no entendia que pasaba, atonito, no se animo a decir nada.
MARIA1 |