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El pasado ha huido,
lo que esperas está ausente,
pero el presente es tuyo. -Proverbio árabe-


En la séptima noche del séptimo mes del calendario lunar, después de que un resplandor iluminara cielo y tierra, siete ancianos, procedentes de las más prestigiosas escuelas, se reúnen para resolver un misterio.

Doctos entre los sabios escrutan el cielo, consultan mapas, discuten la posición de las estrellas y, por primera vez, dejan atrás el recelo inicial provocado por años de enfrentamiento, e inician un viaje.

Acompañados de sus camellos, avanzan despacio y con dificultad a través de la arena, mientras la luna recorta su silueta y la proyecta sobre la planicie.

Cuando surge el sol e inicia su marcha hacia poniente, descansan bajo las palmeras de algún oasis perdido, hasta que de nuevo la oscuridad cubre de sombras el desierto, y con la visión de un hilo de luna, reanudan su camino en el que dejarán huellas escritas con caracteres únicos que el viento borrará más tarde.

En su búsqueda cruzan arenas rojas, montañas erosionadas, bajan por antiguos valles, cuando a lo lejos distinguen el contorno de una caravana de dromedarios que imaginan cargada de oro, incienso y mirra del sur de Arabia; sales y betún del Mar Muerto; sedas y piedras preciosas de China e India, que si Alá lo permite, esas buenas gentes venderán en algún mercado. Los sabios sienten un pellizco en el alma al recordar con nostalgia los zocos con olor a jabón y azahar, los exquisitos manjares mezclados con araq, y el sonido de instrumentos ancestrales, mientras bellas mujeres interpretan sus danzas.



Durante la travesía la expedición lucha contra la arena, busca refugio al amparo de sus camellos, cubren el rostro con pañuelos y escuchan el sonido ensordecedor del aire, hasta que cesa la tormenta.

Antes de reanudar la marcha, borrados los caminos, suben a un Yebel, miran hacia el Este y descubren una ciudad, se adentran en ella, caminan por sus calles, pero es una ciudad muerta, un lugar misterioso donde el tiempo quedó detenido, aunque en el aire aún se escuchan rumores de conversación, murmullos de mercado y confesiones de enamorados. Sienten como los fantasmas rondan los muros de las casas, los baños públicos, las pequeñas iglesias y mezquitas... ¿Qué pasó? ¿Quizás sus habitantes iniciaron un viaje? Pero ¿Un viaje hacia dónde?, y en el silencio escuchan el eco de una flauta, al principio lejano, pero que poco a poco se hace más intenso, hasta oírlo con toda nitidez. Como un espejismo surgido del polvo ven a un hombre y antes de que el temor les haga retroceder y esconderse, le oyen decir -soy Aziz, hijo de Abdel Salam, de la tribu de Kamal, salí en busca de mi rebaño al ver como se acercaba la tormenta, y ahora me dirijo a la tienda de mi padre. Vengan al campamento, donde podrán lavarse y descansar.

Los ancianos abatidos aceptan la hospitalidad del joven, caminan tras él y cuando llegan a la jaima son recibidos por un beduino, que con la mano en el corazón les invita a pasar.

Allí, entre aromas de té y dulces, los siete sabios dan gracias a Alá por volver a lugares conocidos y poder compartir charla y comida. Ya con el ánimo apaciguado describen la travesía y hablan de su ciencia. Los nómadas escuchan en silencio hasta que el más viejo de todos toma la palabra.

- Son muchas las caravanas que han visto nuestros ojos, muchas las historias que hemos oído contar; somos gentes sencillas que, con el paso de los años, hemos aprendido algunas cosas; no somos astrónomos, ni médicos y mucho menos magos; pero conocemos las estrellas, sabemos curar las heridas, e interpretamos los sueños. Por eso, desde hace tiempo esperábamos su llegada. Salgamos, pues he de mostrarles algo.

En el exterior el grupo camina hacia el Oeste bajo un cielo enrojecido, cuando de repente sienten como el calor se hace insoportable. Ante sus ojos se les muestra un lugar distinto, desconocido, formado por esqueletos metálicos de altas torres que escupen llamas al cielo, mientras un denso humo las corona. A sus pies, ven correr riachuelos de un líquido espeso, viscoso, negro, maloliente.

- Esta es la razón por la cual los hombres abandonaron las ciudades, cambiaron sus tradiciones y su historia milenaria por una riqueza efímera, pero aquí comenzará su propia destrucción, pues por su causa lucharán por dominar la materia a la que han vendido su alma, y en su nombre matarán y mataremos sin escrúpulos -concluye proféticamente el pastor.



Los ancianos atónitos ante las palabras del hombre que les ha guiado hasta allí, miran hacia el horizonte, y comprenden que el tiempo que se les ha concedido llega a su fin, por lo que deciden regresar sin demora. Pero antes quieren saber qué será de los hombres del desierto.

- Para nosotros es fácil- contesta el beduino, al mismo tiempo que con sus brazos inicia un gesto para abarcar toda la llanura. -Amamos la libertad, sólo nos sometemos al viento y al sol; y llegado el día, que se avecina próximo, levantaremos las tiendas, cabalgaremos hacia el este y allí, donde encontremos un pozo que no esté seco, montaremos nuestro campamento, cuidaremos de los rebaños y seguiremos reuniéndonos bajo la luna para soñar la historia de nuestro pueblo-.

Al volver al campamento para iniciar su viaje de vuelta, el grupo se detiene ante un corro de niños, que con piedras ha formado un planisferio. En el centro uno de ellos va nombrando las constelaciones.

- Es mi nieto Said -dice con orgullo el pastor- le gusta jugar con las estrellas y pese a su corta edad, puede nombrarlas a todas.

Los ancianos sorprendidos por los conocimientos del niño, proponen al abuelo que deje a éste acompañarles, petición que se les concede, pues todos en el poblado saben de las cualidades del pequeño. Así, acompañados por Said, los siete sabios comienzan a desandar su camino, mientras el abuelo, con la tristeza prendida en el corazón por la marcha de su nieto más amado, permanece a la entrada de la tienda hasta que el grupo se aleja y sus figuras se funden con el paisaje. ¡Que Alá les proteja y guíe!


Texto agregado el 06-02-2009, y leído por 333 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
11-09-2012 Muy Bueno ! Entre sabios e infante describes una historia llena de contenido histórico. curandero
20-11-2009 bonito cuento. Me hizo recordar las novelas de kenizè Mourad, el jardin de badalpur y en nombre de la princesa muerta, muy interesante... claudio_antonio
18-02-2009 Sensibilidad y conocimiento de las interioridades del alma, de su acercamiento al infinito de la vida... lindero
06-02-2009 Un hermoso cuento árabe, y esa impactante y horrible visión de los pozos de petroleo rompiendo la armonía del relato. neige
06-02-2009 Oro negro, contaminante de los cielos. En él no hay riqueza, aunque sí mucho poder en estos tiempos “modernos” que vivimos. Esperemos que pronto llegue una fuente alterna de energía capaz de desplazarlo de lo contrario tendremos que vivir sobre balsas una vez que se complete el deshielo de los polos. Modigliani
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