Cuatro y veinte de la mañana,
El departamento a oscuras,
El despertador que no llegó a sonar,
Y yo, ojos abiertos, revolviéndome en la cama.
Me visto a oscuras, a tientas,
Apenas si lavo mi rostro, cansado.
Caliento un café en el microondas.
(esta modernidad me mata)
abro las ventanas a la noche,
enciendo el monitor y un cigarrillo,
siento pasar los coches en la calle,
contemplo la negra noche ciudadana,
luces rojas de altísimas antenas
se recortan contra el nublado cielo,
alguna que otra ventana iluminada,
parece ponerle guirnaldas a los edificios.
Buenos Aires duerme.
Entra una fresca brisa por la ventana,
Acaricia mi brazo izquierdo,
primer caricia del día
Y se pierde llevando volutas de humo
Hacia el interior del departamento,
Que por supuesto, también duerme.
Repaso noticias de diarios,todas viejas,
Viejas del día de ayer,
Que poco o nada cambiarán
Con las que pueda leer hoy.
Caliento otro café y el quinto cigarrillo.
Acomodo papeles desparramados,
(Trabajo que nunca termino de hacer)
Vuelvo a contemplar el cielo
Mientras siento una nueva brisa
Rozando nuevamente mi brazo izquierdo.
Y aquí dejo vagar mis pensamientos.
La primer brisa tempranera,
Esa, que me rozo a primera hora,
Logró erizarme la piel,
Supo despertar agradables sensaciones.
Su roce alegro mi solitaria mañana.
Creo esperanzas de tener un día,
O porque no una vida entera,
Llena de caricias suaves,
De ilusiones compartidas,
De acompañarnos juntos.
Pero paso de largo
Dejándome solo
Con mi café y mis cigarrillos.
¿y esta nueva brisa?
La que rozó mi brazo izquierdo,
¿Será la misma brisa?
Por mas que ahora me envuelva,
Siendo ya casi las seis de la mañana,
Reiterada y constantemente,
Sin erizarme la piel,
Sin las mismas, agradables sensaciones.
¿podrá alegrar mi mañana?
Crear esperanzas,
Compartir ilusiones?
Por mas que se repita,
Se afane y se multiplique,
En demostrarme que es la misma brisa,
¿podrá ser aquella primer brisa?
O será solo una brisa distinta,
Diferente, desconocida
Que tendré que aprender a conocer,
Mientras se desarrolla el día?
Me alcanzará lo que resta del día,
(O tal vez de toda mi vida),
para poder llegar a conocerla,
como conocía esa otra brisa.
Seis y veinte de la mañana,
Siguen los rojizos cielos oscuros,
No hay miras de que amanezca.
Pero es hora de que me duche,
Afeite mi rostro de barbas viejas,
Me vista para recibir el día
(y trabajarlo, aunque no quiera)
y salga a la calle en este nuevo día.
Tal vez en ella coincidamos
El amanecer y yo….
Tal vez……
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