AY BONITA

Mirando a los ascensores
del hospital de mi pueblo
hay una banca de espera
donde duerme por las noches,
dura banca de madera,
la niña que habita el alma
de la mujer que la lleva.
Allí se encuentra en los sueños
con aquella que un día fuera
antes que la atropellara
y la dejara tirada
con todos sus huesos rotos
un triste ser, un cualquiera.
Sufre de ataques de pánico,
sus vértebras se fatigan
pero no esconde rencores,
se entrega a vivir la vida.
No confía en los sicólogos,
las Flores de Bach la curan,
si tiene yerba y tabaco
es más feliz que ninguna.
Sigue amando aquella luna
que adoraba noche a noche
por la vera del camino
que lleva a Puerto de Frutos,
ay bonita, te estoy viendo
derramada en el asfalto
con todas las alas rotas
y tu corazón sangrando,
la luna, solo la luna
en tus ojitos brillaba,
tu cuerpo muerto de frío
y ella que te acompañaba.
Frágil y a la vez difícil
es aceptar los motivos
que a los salones y patios
del hospital te han traído,
siento que Dios te ha ofrendado
la misión de dar caricias,
por la paz con que nos hablas
y la miel con que nos miras.
Así como tú lo cuentas,
así he querido contarlo,
ojalá le halles encanto
a este pequeño poema
cuando esta noche lo encuentres
esperándote en tu banco.