I

A ver, a ver… ¿Quién te dijo yegua desbocada?, Si fui yo apuñálame, hazme tira. Si te enterases de esta verga que tanto te depreca, me hacías un altar, me confundías con espasmos con aroma a humo rojo y dulce y enervabas todos tus cantos transfundiendo a esa sangre malgastada tuya un sopor inteligible justo a estas ganas de recagarte a cachas.

II

Yo anduve vivo al ojo, salpicándote el cabello con versitos blanduzcos, pintarrajeando de amarillo mis fauces de bestia cavernaria. Ay si conocieses el idioma en que le hablo a mis sábanas de vo’h, peuca empalagosa, tomabas todas las yugulares rotas de tus suicidas amorosos y las cambiabas un ratito por esta penuria caliente que llevo entre los muslos.

III

Si me bebes te dormiré la lengua, si me alcanzas a escupir quedas condenada a muerte. Pretendo ser febril y dolerte en el pecho, morderte las caderas y desvanecerme el cráneo. Tu corazón tembló estallando cuando te comí la nuca. Hazte astilla en mí, ya no me importa nada, nunca tuve alma, llevo un trueno adentro. ¡Eureka, pensaba infundirme a tus pedazos!