¿Alguna vez se han sentido que son las más felices, como loros en recreo, por haber conseguido una cita con ese espécimen tipo modelo de ropa interior? Bienvenidas al club, y las que no, no se pierden de nada.

Y esa interrogante no me lleva más que a la reflexión de por qué será que las mujeres nos emocionamos como monos en platanar, nos salimos de nuestra piel, pregonamos a las cuatro cuentas de Internet lo maravillosa que es la vida, la vida, ¿eh? Por habernos puesto a este bomboncito en nuestro camino. ¿Qué pasa por nuestras mentes? ¿Qué sentimos? Pero más importante aún, ¿por qué no usamos el cerebro?

Y no es que le reste emoción a lo nuevo y espontáneo, a la alegría de vivir y vivir el presente, de dejarnos de llevar por la euforia, y más que grinch de las citas, soy porrista de ellas, de hacer nuevos amigos, como sea, donde sea, hasta de reciclarlos.

Tal parece que son pocas las afortunadas veces que nos damos 2 minutos para pensar qué queremos. ¿Qué podríamos hacer para tener más de lo que queremos y menos de lo que no?

¿Lo han hecho? Yo digo que sí, pero no en estado de conciencia plena y en forma de meta.

Conocí un caramelito que el cielo me mandó, aún no sé para qué, pero recuerdo haber dicho que ya estaba lista, quizá para encontrarlo, porque en realidad no estaba lista de “lista”. Y me dije, “ahora sí me toca mi premio de niña buena, ya me gané mi melate”.
Y allá voy a cenar, a platicar y a reír.
-“Dios mío, pero si son los temas más interesantes que he oído en mi vida y los chistes tan graciosos que me hacen reír como hiena”. “Es tan guapo que ya ni puedo respirar”, y mientras me pongo morada, me siento consciente de la arruga que detecté comenzó a aparecerme detrás de la oreja. ¿Seré suficientemente buena para él? Todas las chicas guapísimas que nos rodean, babean al verlo pasar. ¿Podremos vivir felices sin sus fans? ¿Irá por los niños a la escuela?”

¡Y no me pueden decir que NO! Qué susto. Qué susto y qué malo como el Santo contra las mujeres vampiro.
No es posible, me niego rotundamente a no tener un momento de reflexión y claridad y dejar mis sentimientos volar, hincharse y crecer hasta convertirse en una bola de nieve que me aplastará sin remedio. Ni el mismísimo modelo de calzones podría salvarme.

Todos sabemos que las mujeres somos más viscerales y quizá sea eso lo que lleve a los hombres a erigirnos musas, heroínas, la fuente misma de mil poemas y novelas; lo mismo que los lleve a perder la razón y a huir como si les acabaran de hacer calzón chino.

A veces los volvemos locos de amor, otras, locos sin razón. Se quedan 3 días, 2 meses, toda una vida y otras se van sin que se despidan.

Lo cierto es que nos dejan con series de preguntas, una suerte de ideas locas, nuevos conceptos y en el peor de los casos, depresión y ganas de ahogarnos en un charco de agua puerca.

Yo sólo quiero pedir el poder para usar esa gran inteligencia que tenemos, dejar de envolverla en pétalos de amor romántico, desconectar la música celestial cuando abren la boca y quitarnos los lentes de cristal rosado con corazoncitos. Sólo 2 minutos, es más 1 y medio. ¿Quién da menos, quién da menos? Alto, no hagan fila.

Para poder oír y recordar lo que en realidad queremos, ¿será él lo suficientemente bueno para mí?
Para poder oír sus ideas, sus intenciones buenas o malas; para verlo bien sin listones de promesas aún no hechas, para saber que también tienen sueños, pero ellos son más prácticos que un auto con sólo una refacción en la cajuela.

¡Propongo un brindis por las mujeres! Que con todo y su inteligencia y virtudes, tienen el valor de portar lo más grande, desde la frente a la punta del dedo del pie, la piel de corazón.