El viaje de regreso a casa se hizo interminable. Los hombres permanecían en silencio. El sol se estaba poniendo. Cuando llegaron a la residencia ya era de noche. El ama de llaves salió desde la casa para recibirlos con las nuevas.
Al entrar vieron al hombre que tanta preocupación y penuria les había causado, sentado en la sala, mientras Ana le servía un té. Cuando la joven los vio, corrió a abrazar al viejo do Santos y a Luis.
No pudo evitar notar el recelo que sentían por su héroe, así que no quiso retrasar más las presentaciones. La joven explicó que el señor se llamaba Caro Rudolff y que su padre le tenía gran aprecio, entonces do Santos recordó que un par de años atrás había escuchado ese nombre de boca de Gustavo, el padre de Ana, y confirmó que el matrimonio sentía un inmenso cariño por él, pero lo sorprendió que fuera tan joven. Ana les explicó que en aquel entonces era un estudiante que había ganado una beca en la universidad donde trabajaban sus padres para acompañarlos en aquella expedición.
Al enterarse de la muerte de los científicos quiso buscar a la joven, quería asegurarse de que estaba bien, pues unos días antes había recibido una carta en donde Manuela, la madre de Ana le informaba de la repentina decisión de dejarlo a cargo de Ana, si algo llegara a pasarle a Rosa durante su ausencia. El viejo do Santos no pudo evitar preguntar por qué no lo habían tenido en cuenta para tal responsabilidad, a lo que el señor Rudolff respondió que estaba al tanto de la situación de su hijo y que seguramente no querían importunarlo con el cuidado de su hija, cosa que ya había sucedido, hecho por el cual se lamentaba.
Cuando todo por fin quedó aclarado, Caro Rudolff pidió un último favor a do Santos, ya que Ana estaba visiblemente apegada a él, le pidió que la cobijara un tiempo más en su casa mientras el resolvía ciertos asuntos legales, ligados con la herencia de la joven y la administración deficiente, que sus tíos estaban realizando con los bienes que debían cuidar.
Do Santos accedió encantado a seguir cuidando a la joven y después de cenar, Caro Rudolff partió.
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