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Inicio / Cuenteros Locales / setzu / Historia de amor 324

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Esta mañana me ha sucedido un acontecimiento importante. Como todos los acontecimientos importantes, me ha venido de improvisto, sin avisar.
Y es que esta mañana, me he enamorado.
¿Queréis que os cuente como ha ocurrido?
Veréis, estaba yo en un edificio de oficinas de empleo y cuando el amable pero incompetente empleado de recepción escucho mi problema de paro forzoso, sin siquiera limpiarse las migas de su bocadillo del bigote, me remitió, con la calidez de una barra de hielo al despacho de parados de larga duración (de vagos, estuvo a punto de decir) tercera puerta a mano izquierda.
Ante tal gesto de abnegación y de entrega pública, yo, con la agilidad mental que me caracteriza y que temo por mis futuros hijos que será hereditaria, me encaminé resueltamente y entré por la segunda puerta, al lado derecho.
Y allí estaba ella. Con una figura perfecta, una rizada melena pelirroja, un bello rostro moteado de graciosas pecas y con los ojos más verdes que viera jamás enmarcados en unas pequeñas gafas de diseño italiano y montura al aire.
La miré, me miró. Nos miramos.
Entreabrió sus bonitos labios y sus dulces palabras me envolvieron con una cálida dulzura:
- Aquí no puedes estar, me dijo.
- Bueno, pues me voy, le dije.
Pero inmovilizado, me quedé allí, flotando como un besugo en una nube rosa.
-Pues venga,¡Aire! Exclamó con aquellos labios gruesos y sensuales.
Yo, fiel cumplidor de todos sus deseos y demandas, me puse a soplar y a correr, abanicándome con las manos, robando tan ardua tarea al aparato de aire acondicionado.
Ella, debía estar juguetona, porqué salió de detrás de la mesa corriendo y dando grititos, haciéndose la asustada y salió del despacho.
Enseguida, como sucede en muchas de mis historias de amor alguien me arrebató de mi personita mas querida, del objeto de mis deseos.
Una inmensa mole que fui incapaz de clasificar como humana, pues el cuerpo era como un gorila de Zimbabwe y el rostro como el de un mastín pirenaico, me agarro por el brazo arrastrándome como si fuera una novia adolescente y aterrorizada que van a casar contra su voluntad.
Lo que ese simiesco mastín con uniforme de vigilante de seguridad no sabrá nunca, es que nada consiguió con aquel aberrante desfile de bodas desde el segundo despacho a mano derecha hasta la puerta de salida. Aquello no tuvo ninguna validez, porqué yo ya había conocido a la chica de mi vida en aquellas grises y tristes oficinas.

Texto agregado el 04-02-2009, y leído por 230 visitantes. (0 votos)


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