La vez que la vi, fue la última que alucine. Aunque por un momento pensé que los dos quedamos atrapados entre nosotros.
No recuerdo si era de día, o de noche, solo que estábamos sentados enfrentados. Durante cinco estaciones mis ojos nadaron en su pelo, sus manos, piernas, su nariz y sus rodillas. Ella lo notó y un cierto temblor interno me decía a los sentidos que tambien me miraba.
En medio de voces, charlas, toces, una risa, y vueltas de páginas de diarios nuestras auras de la mano recorrían el lugar y bailaban, y saltaban como en una rayuela. O eso creía yo, pero si, era claro, desterrado o a punto de serlo estaban el error y el equivoco.
Por 5 estaciones soñamos mañanas de junio, abrazos, parques, lagos y tardes de lirios azules.
Entre la muchedumbre empecé a ver que ella con su mano derecha comenzaba lentamente a abrochar los botones de su campera, y con su mano izquierda mantenía agarrada la manija de su cartera. Sentada con sus piernas formando una “x” se le veía un cordón desatado. Era perfecta, y yo perfecto para ella. Ahora vendrían los abrazos y el esperado beso. Ya no había tiempo para retroceder, no sabia si era de día o de noche.
Nos levantamos y caminamos uno al lado del otro, me miro, sonrió, subimos juntos las escaleras y al salir a la superficie, la luz invasiva del sol, y el mar de gente que se junta en las bocas del subte la hicieron perder de mí para siempre. Era de día.
|