La mañana los recibe con la llamada urgente del centro de investigaciones. La casa está revolucionada. El ama de llaves prepara las valijas para una larga estadía. El entusiasmo y la esperanza se sienten en el aire. Los médicos dijeron que habían encontrado la cura. Miguel debía viajar lo más rápido posible para empezar el tratamiento con la nueva droga. El empresario llora de alegría de solo pensar que su hijo seguirá viviendo. Solo Dios sabe lo que luchó para conseguir cambiar el diagnóstico del joven. Años de buscar a los mejores especialistas y científicos que se asocien a su causa. Toda la energía que puso en sus negocios para poder financiar las investigaciones. Y todo es nada cuando por fin su sacrificio dio frutos.
Mientras todos comentan las cosas que recuperará, que volverá a hablar, a caminar, que retomará sus estudios, hablan de las novias que tendrá, Miguel solo puede pensar en una cosa: " viviré". Por ese pensamiento se sacude y tiembla cada rincón de cuerpo inmóvil.
Se había acostumbrado a la idea de la muerte. Muchas veces quiso acabar con el sufrimiento de su padre y el propio, matándose, pero su cuerpo inútil lo mantenía prisionero de la vida. Ya no recordaba ni el sonido de su voz. Se preguntaba si sería más grave que la última vez que se oyó. Pero lo que en realidad lo atormentaba era este pensamiento: " voy a vivir".
Todo está preparado para partir, llega el momento de la despedida. Ana se abalanza sobre el joven, lo abraza y besa fuertemente su frente. Miguel se dice apasionado:" por ella, solo por ella viviría"...