Camino Viejo

Y sin pensar, ni menos quererlo, tomaste tu mochila junto a ese grueso abrigo europeo que te hacía sentir intocable y te dispusiste a caminar entre las luces y el frío constante de esa oscuridad, donde se escondían los deseos urbanos. No recuerdas porque, pero te sentías en otro lugar. No le diste importancia, no tenías mucho que pensar.

El sonido de tus zapatillas marcaba el paso del tiempo, y con una tranquilidad inusual observabas todo como esa primera vez. Te sentías nuevo, renovado, quizás extranjero, mientras avanzabas sólo con el humo de tu cigarro y ese imponente abrigo por el viejo camino, donde por años habías dejado tus huellas.

Tomaste la decisión de doblar por la calle principal, a donde se encontraban los grandes negocios, las grandes masas y donde perdiste toda tu tranquilidad.
La gente te observaba, proyectabas poca preocupación por tu vestimenta, no te importaba, sólo querías quemar los recuerdos, en ese viejo camino que nuevamente era tu gran pasarela.

Pensaste en parar, sentarte fumar y meditar, esconder tus ansias por perderte sin encontrar el final, pero una nueva calle comenzaste apreciar, a lo lejos junto antes de doblar. Te escondiste tras el signo pare, te camuflaste en el paso de cebra, te ocultaste en las sombras que proyectabas en ese viejo camino.