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Batalla en las olas


En plena alta mar, desde donde casi ya no se puede divisar la costa que separa a dos pueblecitos situados a orillas del mar, nombrados ConCon (voz araucana que significa, « recolta abundante ») y Quinteros (que fue bautizado así en honor al conquistador Don Alonso de Quinteros), situados ambos al lado de Valparaíso, los pescadores que se atreven a lanzar sus redes de noche, suelen ser los testigos involuntarios de una batalla gigantesca, que tuvo lugar por allá por 1891, cuando la Independencia no estaba consolidada aún.
Es en aquellas profundidades del océano que todavía yacen los cuerpos de los valientes marinos, y de los barcos y sus capitanes, que murieron defendiendo la libertad.
En noches de tempestad, cuando el viento aúlla, haciendo callar a los perros que con timidez gimen en los rincones más escondidos que puedan encontrar. Cuando la luna aturdida de tanto vaivén termina cayendo de piquero en el agua, entonces las olas se calman y acarician los rostros pálidos y para siempre extinguidos. Surgen viniendo del fondo interminable del océano, los esqueletos agujereados de los barcos. Se escucha gemir y suspirar. A veces, las voces roncas de los marinos desaparecidos cantan himnos, gritan nombres de mujeres, nombres de niños, apellidos de sus familias, de aquellas familias antiguas, desaparecidas para siempre en el fragor de la guerra.
- ¡ Alberto ! – grita el viento - ¡ Inés ! – responde el mar - ¡ Paquito ! – silba la tempestad - ¡Cabreras ! – repite la noche negra.

Y en las casas despiertas frente al mar, se cierran las ventanas y las puertas con doble cerrojo. Se extinguen las luces o se tapan los ventanales con paños negros para que aquellos que yacen en alta mar no vean luz ninguna y se vayan a creer que todavía están vivos. Nadie irá a mirar las redes de cerca. Nadie dormirá por la noche, porque el bullicio de aquellas almas que vagan todavía por el fondo del mar, piden a gritos que se les entierre.

Al día siguiente, cuando el sol despliegue su capa dorada por encima de las aguas transparentes, se reflejarán los campanarios, las plazas, las callejuelas, las casitas pintadas de colores vivos, con arbustos floridos en los jardines. Se podrá contemplar desde la orilla o desde lo alto de una roca, al pueblo adormecido, a la ciudad encantada que desapareció un día, tragada por las aguas en medio de una inmensa batalla, cuando la revolución aún no había enterrado sus fusiles y cuchillos, en tiempos antiguos, hacia 1891…

Texto agregado el 15-05-2004, y leído por 388 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
15-05-2005 Las fronteras se derriban cuando se trata de un trabajo excelente...y sigo y sigo aukisa
08-06-2004 Mena, es usted un alma que seguramente hara reconsiderar a los que odian a la historia. Usted simplemente la hace poesía. Bello, muy bello, aun escucho gemir a las olas arropando los nombres de los muertos caidos en batalla un abrazo y un beso ruben sendero
26-05-2004 Muy lindo, veo que te nutres de historia, besitos de acá, del sur de Chile... La_Pachamama
15-05-2004 Gracias maravillas. Mándame tus poemas en francés. Abrazos Mena
15-05-2004 Dan ganas de visitar ConCon ( me gusta los vocablos araucanos) y pasar unas semanas. Un beso maravillas
 
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