Lima, 24 de febrero de 2005
Dedicado a mi vejez, cuando llegue el momento:
Resulta que no todos los escenarios pueden ser al mismo tiempo maravillosos e inmensos, siempre seremos prescindibles, en lo real y en lo imaginado.
EL DIBUJO
Un arco iris apareció en mi vida, al lado del árbol del jardín aquél atardecer. Nunca pensé que aquel dibujo cobraría tanta importancia, hasta llegar a ser lo último que podría ver, al término de los años.
En todos los registros, no había comparación con aquel hallazgo, y resulta de orgullo pleno, que todo empezara la mañana del domingo, cuando el abuelo me regaló su dibujo a los once años. Y pensar que lo primero que hice fue guardarlo en el baúl debajo de la cama.
Hasta ayer no he podido dejar de sorprenderme con el hecho de que lo sacara así de fácil del bolsillo de su saco, doblado en treinta y cinco partes. ¡El trabajo que me costó eliminar cada doblez! Pero los veintiocho meses de esfuerzo y las incontables amanecidas para lograr revivir sus ahora intensos colores, bien valieron la pena.
Han pasado cosas extrañas.
Aquel día del pasado verano por ejemplo. Nuestro equipo pasó una mala mañana en la exposición anual de Aniversario. Perdimos un lienzo muy antiguo durante el evento y otro fue dañado por el flash de la cámara de un niño malcriado y desobediente. Por cierto, llegué a casa con una boleta de descuento por mil quinientos dólares en 3 partes, amargas arrugas en la frente, los ojos acalambrados y un dolor de cabeza infernal que me persiguió por largas horas, de madrugada.
En pleno insomnio, me vi tentado a revisar mis estropajos y libros viejos del desván. Subí las escaleras y con cada paso, era como si pudiera adivinar qué caja abrir. Había pasado mucho. Saqué el último libro antes de verlo y ahí estaba... tan igual como el recuerdo de niño me lo presentaba en la memoria... sólo que esta vez apenas pude desplegarlo, la sensación de vivir algo inmenso y realmente grato me conquistó.
Reconocí inmediatamente la técnica, el estilo, la temática y los trazos gruesos y finos tan magistrales. Era prácticamente un collage de al menos cuatro escenarios de la sierra de Cajamarca, tan bellos, tan distintos, tan perfectos y al mismo tiempo, levantando tantas incógnitas... el recuerdo me alejó por un momento...
-¡Esto debe tener más de 400 años!-le dije conmocionado al abuelo-
-¡Mi abuelo me lo regaló en mi peor día y a él su abuelo! -me contestó marcado por un rostro que se iba entumeciendo-
Yo le había contado de mi alejamiento de Gabriela, una niña del salón... estaba tan apenado..
Me tomó la cara me hizo mirar el dibujo y las preguntas se me salieron a borbotones...
- ¡Abuelo es increíble! ¿Tanto tiempo tiene?
- Es el tesoro de nuestra familia hijo mío, pero al mismo tiempo, es...
- ¡Wow es lo máximo! - lo interrumpí-
De pronto, regresé sobre mis rodillas, a ver el dibujo y a sentirme nuevamente en el desván.
Hoy también fue un día terrible, ¿sería una coincidencia? ¿Era el Abuelo que desde su lugar me llamaba?
Me quedé mirando el dibujo otra vez, pasmado como cuando niño, sabiéndome frente a algo importante, como para olvidarme de aquella mañana de pérdidas y descuentos en el Museo.
La expectativa me abrazó, al día siguiente inicié las averiguaciones en la Biblioteca.
Al parecer, este dibujo concentraba una tradición de investigación bastante documentada, había sido referenciado en las Escrituras de las Indias, aparentemente diseñado y dirigido por el hermano de la Coya de nuestro último Inca. Y formaba parte de uno de tres retazos existentes, de un lienzo de catorce metros cuadrados. Un dibujo que fue disputado por conquistadores, colgado en habitaciones de Virreyes, Condes, Marquesas. Robado, vendido quinientas veces, otorgado como única dote otras tantas y finalmente recuperado por mi familia gracias al abuelo de mi bisabuelo, según me contó de niño, entre desayunos e historias mágicas.
Seguí con la investigación por varios años, hasta encontrar su referencia en los registros del Instituto Cultural de Documentos Nacionales, de los cuáles era ahora el responsable.
Más de doscientas veces mencionado, era increíble. Algunas referencias bibliográficas en encunables eran muy detalladas, otras tenían que leerse entre líneas.
Por este dibujo solitario, decidí optar por Arqueología, y a pesar de que nadie lo creía verdadero, me motivó a especializarme en una Maestría sobre Técnicas de restauración de hallazgos andinos, cinco años después de concluir mis estudios. ¿Tanto había podido provocar este pequeño dibujo?
Y estuve frente a él, así de fácil, aunque hubiera querido evitarlo. Los recuerdos regresaron nuevamente, esa tarde en la biblioteca...
- Escúchame antes de que sigas con tanta admiración - dijo mi abuelo moviendo sus dedos a milímetros de mi cara -
- Este dibujo te hará muy feliz y próspero, pero tendrás que desprenderte de ti mismo cuando llegue el momento. Deberás esconderlo de tu propio hijo, pasarás tristeza, pero lo harás por su bien, más aún, su magia y su efecto harán imposible que puedas evitar regalárselo a tu nieto.
- ¿Cómo? Abuelo por favor es sólo un dibujo. ¿De qué estás hablando?
- ¡Tómame en serio muchachito!
- Abuelo, escúchame tú. Cuando yo sea grande, lo voy a restaurar, lo voy a reparar, con calma, con los mejores implementos, con todo el tiempo del mundo y vas a ver qué voy a poder enseñártelo en un inmenso y costoso marco, colgado en la sala de mi casa, para que cuando me visites, te sientas orgulloso.
- Hijo mío ojalá pueda llegar a verlo así.
Recuerdo que dicho esto, intenté calmar las palabras cansadas de mi abuelo, charlar de su huerto, de las viejitas del barrio, de cualquier cosa, hasta que lo acompañé a su cama y lo dejé descansar. Luego en mi cuarto, sólo lo tiré dentro del baúl y me fui a jugar con la computadora.
Quizá la idea de darme el dibujo realmente era algo como "para desprenderse de uno mismo" ¿no? Pobre mi abuelo, él no tuvo tiempo, como yo ahora, para poder contarte completas las cosas querido nieto.
Y es que de una forma sencilla pero extraña, terminé el día, salí de la biblioteca y con los ojos sobre el dibujo, llegué a casa a recostarme junto al árbol del jardín.
Al día siguiente se dieron inicio una serie de eventos maravillosos. En primer lugar, llegué a la oficina con el dibujo y todos me felicitaron. Había terminado la investigación y recién pude mostrarlo. No sabes la inmensa alegría que a todos, creyentes e incrédulos, les contagié con el dibujo al llevarlo al laboratorio, junto con todas mis anotaciones acumuladas. Realmente fui todo un Rey Inca por los veintiocho meses siguientes. Al día siguiente, me regresaron el descuento de años atrás por las pérdidas ocurridas en el Aniversario que te comenté... ¿Recuerdas?
- ¿La noche que encontraste el dibujo con tu dolor de cabeza?
- Si
Y tras cuatro meses, me ascendieron pública y sorpresivamente cuadruplicándome los haberes. Conocí a tu abuela y me enamoré al pie de una cerámica de catorce kilos de peso, dos años después durante una visita de la Universidad Central de Huánuco. Tuvimos a tu padre y fuimos inmensamente felices. Luego vinieron meses increíbles, viajé con tu abuela y tu padre, doce veces a España, asistí, organicé y expuse en veintidós conferencias especializadas. Gané ocho premios por mis investigaciones andinas, co-fundé cuatro Institutos de investigación de documentos nacionales en cuatro países, uno en Europa, dos en la costa norte de África y uno en medio oriente. Cuando me dí cuenta, asistía regularmente a espacios televisivo-culturales de señal privada en Estados Unidos, Canadá, México, China, Australia y Argentina.
- ¿Y todo eso pasó como dijo tu abuelo, sólo por el dibujo?
- Bueno, sí. Supongo que sí.
- Pero, no entiendo. ¿Cómo es que un dibujo tan maravilloso te llevó a ese destino? ¿Y por qué ahora quieres que lo destruya?
En ese instante y en medio de la conversación con mi nieto, dejé inevitablemente de lado, el deseo de quebrar esta maldición. Me rendí agotado, pasé por un estado frío de nerviosismo y con una inmensa pena fui apretando fuerte su mano, sobre la espera angustiosa y sobre todo el cuerpo.
Alcancé a ver su llanto silencioso volviéndose oscuridad y la imagen del dibujo sobre la cama del hospital, comenzó a conquistar la habitación.
Tan pronto me hallé en lo inevitable, todo se hizo claro, al punto de poder ver los inimaginables lugares que en el dibujo estaban pintados uno sobre otro, tal como si volara sobre ellos.
Lentamente se extinguió la última aparición del cuarto entero frente a mí y un arco iris a través de la ventana me cambió el ánimo frente a la muerte, que llegaba respetuosamente, mientras lo último que pude escuchar, fue el chasquido de un encendedor.
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