Para Andrés Caro Berta (y un guiño a Jaime Roos)
Los Beatles llegaron raudos,
un día en la Rambla Sur,
camino a Playa Ramírez,
de la mano de un disc jockey
de la voz del discodromo.
Los Beatles sonaban rock,
rock de verdad y del bueno,
por momentos vehemencia,
por momentos melodía,
y al igual que el Peñarol,
los aurinegros de antaño,
cada uno era genial
y más genial el conjunto.
Con su voz rasposa John,
y el terciopelo de Paul,
la viola del George maestro,
batería del gran Ringo,
tan sólo para empezar...
y era el bajo de McCartney
y era rítmica de Lennon,
y colándose con gran cancha
asomaban panderetas.
Los Beatles sonaban rock,
rock de verdad y del bueno,
acordes en radio a tubos,
y rítmicas transistores,
bailongos de quince y lluvia,
adolescentes fervores,
mi primer traje trevira,
y ondulada mi melena,
de regreso del Whitaker,
aferrado a la onda corta,
de Liverpool eran todos,
su inglés sonaba extraño,
encantadores juglares,
geniales y juguetones,
oíamos tras las clases,
sus acordes renovados,
en meretricias cabinas,
fingiéndonos compradores
de simples y de elepés,
desde el último al primero.
Año tras año escuchando,
o bailando y canturreando,
las canciones de los Beatles,
con sabor a miel y calle,
los primeros titubeos,
cabeceando en pista e’ baile,
los primeros amoríos
e innumerables planchazos,
al ritmo de canción Beatle,
de la mano de un disc jockey,
año tras año y eternos,
prodigando en cada acorde,
sempiterna y pertinaz
la magia de los sonidos,
año tras año sonando,
inexplicable belleza.
- Eytán Lasca-Szalit © febrero de 2009
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