Amanece y lo primero que encuentro al despertar es tu cuerpo junto a mí. Tu pelo negro revuelto. Tu hombro encogido sobre el cuello. La curva de tus caderas, tus piernas recogidas.
Luego de hacer el amor, nos bañamos, tomamos mate, o café con leche, y comenzamos con el día de trabajo. Hay que atender el negocio, trajinar con los animales, a los que hay que limpiar y alimentar, hacer alguna compra, ordenar la casa, ocuparse de los chicos, conversar con algún cliente. Te mueves en los distintos ambientes y escucho tu presencia y cómo lo haces. De cuando en cuando nos cruzamos, nos miramos y sonreímos. Atiendo el mostrador, cobro, doy el vuelto. Oigo tu voz tratando con algún cliente. Sigo con otro.
Queda vacío el local. Te abrazo y te beso contra el mostrador. Llevo luego los niños a la escuela, paso por el banco y regreso. Hablo por teléfono con algún proveedor. Tus brazos me rodean, las manos con los dedos abiertos se deslizan por el pecho y tu boca en mi cuello me hace perder el hilo de la conversación. Almorzamos, nos desnudamos y dormimos un rato la siesta. “Hay que abrir”, digo. Me levanto de un salto con tu boca prendida a la mía. Te indico la hora para buscar los chicos, que luego entran al local a los gritos; quieren mostrar todo lo que hicieron.
Finalizada la ceremonia del mate y de la leche, atiendo solo el local. Tú te ocupas de los chicos, de los animales, de la huerta, de la cena. Llega la noche y cierro con un suspiro de satisfacción. Me inunda la alegría de guardarme puertas adentro. Juego un rato con los niños, comemos, los acostamos. El café nos sorprende mirándonos como si fuera la primera vez. Tus dedos juegan con los míos. Finalmente salgo, verifico las luces y el cerramiento del patio de atrás, paso una vez más por el portón de entrada y entonces miro hacia arriba y agradezco a la bóveda oscura por estar vivo, por sentirme vivo. Así de simple. Entro. El calor, el olor, y los sonidos apagados de un suave tarareo me reciben. Como siempre. Y como siempre, el renovado regocijo. ¿Se puede pedir algo más?, pienso mientras camino hacia el cuarto, y comienzo a quitarme morosamente la ropa…
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