Estoy parado en el ventanal del décimo piso y la magia se confunde con el temor mientras que los rayos caen desesperadamente y se imponen frente a mis ojos y frente a los ojos de las personas que al igual que yo, miran también sus ventanales como niños huérfanos, algo así como me sentía cuando tenía apenas ocho años y mi madre salía para el trabajo, y se alejaba en la calle todavía oscura, y yo me quedaba con la cabeza indefensa recargada en la vieja puerta, como queriendo detener sus pasos con mi mirada o romper mi garganta con un grito que me dejara sin alientos, pero el grito nunca llegó, y me acostumbré a recargar lentamente la cabeza.
Si los hombres no corrieran tanto bajo la lluvia, notarían cómo los árboles abren sus hojas y se llenan de vida y se libran por un momento del humo, y del pipí de los perros y de los que hacen iniciales, y se ven como ángeles vestidos de verde, con la vida abierta de par en par, mientras que los humanitos siguen corriendo, pegando la cabeza a los hombros, como si así se mojaran menos.
Es apenas el medio día, y todos los coches deben prender las lucecillas por la oscuridad, y la procesión se torna desesperante con las sirenas, los pitos, los gritos, alarmas que se activan cada tres minutos... lor truenos siguen rompiendo el cielo, y alguien sugiere que dios está llorando, no me molesto en mirar al orador, pero admito que tal vez dios sí está llorando...
Ya los últimos caminantes se han mojado demasiado, y prefieren resignarse y caminan lentamente y miran al cielo como reclamando y vuelven a mirar al frente, tal vez para maldecir un rato... yo no sé qué estupideces piensan los que me miran desde las otras ventanas, incluso, no sé si me miran... en mi caso, los recuerdos empiezan a hacer nido en mi cabeza –tal vez para no mojarse– y vienen entonces los nombres, el color de los ojos, el tactos de un dorso, el sabor sutíl de unos labios... qué decir? si esa es la contagiosa nostalgia de la lluvia, y francamente no me dan ganas de poner resistencia...
Ahora respiro con un poco de dificultad, por el nudito éste que se crea cuando mis ojos se disponen a llorar y delicados movimientos en mis labios me avisan la lloradita va a ser inevitable.
Es tan indefensa la raza humana bajo un fuerte aguacero! La ciudad ha quedado doblegada y limpia, los rostros van dejando el miedo por una mejilla para que la tristeza suba por la otra... Ahora, para rematar, debo llegar a lo triste de la historia, pero debo regresar al trabajo y alejarme del amplio ventanal... eso me pone mal, entonces creo que el triste aguacero ha cumplido su cometido. |