Alice estaba sentada en la banqueta con Blurry a su lado, los dos mirando como los coches pasaban por la calle recién pavimentada. Observaban la constante carrera como si fuera un gran espectáculo. Sin previo aviso (al igual que lo usual), Alice abrió la boca para hablar:

-¿Porqué los coches traen tanta prisa? -preguntó, volteando a ver a Blurry. El osito lo pensó un rato, saboreando las ideas lentamente. Puso su manita de felpa sobre su boca, en una pose inteligente que siempre le salía al contestar preguntas.

-Porque quieren llegar primero -respondió finalmente.

-¿Primero que quién? -se sorprendió Alice, observando los coches con una nueva admiración, y luego a Blurry de nuevo. El osito sonrió.

-Quieren llegar primero que los demás para decir: "¡Llegaste tarde!". Les encanta, porque el primer adulto en llegar con su coche puede decirlo cuantas veces quiera.

Alice ladeó la cabeza, confundida. De pronto, una chispa de entendimiento le iluminó el rostro.

-Es como... Un juego, ¿verdad? -sonrió. Blurry asintió, contento de que Alice entendiera.

-Exacto. Es que son niños, Alice. Solo que más grandes. Les encanta jugar -sonrió.

-Guau... -susurró Alice, mirando con reverencia a los carros que pasaban. Los adultos eran realmente increíbles. No podía esperar para crecer y también poder jugar.