Pronto, al mirar atrás, Ana vio como un grupo de gente los perseguía, ellos nunca creyeron que la guerra contra el vecino país llegaría tan lejos; pero ya era un hecho, tener con ellos al hijo de Aton, era una dicha, pero también el mensaje que entrarían a la guerra contra Filias, el jefe del otro ejército. Todos en el reino confiaban en el ejército de Aton, pero ahora era diferente, ¿qué habrá pasado?, ¿será una invasión?, ¿cuál será el motivo?
No lo podrían responder al instante, quien sabía eso era William, pero entre disparos y flechas enemigas, ¿Quién sería el demente que preguntaría?, ja, ahora eso no era importante…
Ángel y su madre cruzaron el río, pero la carreta no podía:
- ¡Si vez!, te lo dije, ¡estamos malditos!, así que, o te dejo, o te llevo a cuestas para que nos maten. ¿Da lo mismo no? (decía Andrés)
- Ya te dije, tranquilo, se optimista.
Al fin, lo cargó en sus hombros y siguieron a Ángel y a Ana hacia el límite del pueblo. Lo que vieron los horrorizó, todo estaba destruido, y el ejército enemigo vigilaba entre sus calles, aún olía a sangre; ellos no querían ni imaginar que había sucedido. Llorando, Andrés con William a sus espaldas, y llamando a su familia, corren hacia más montañas.
Llega el momento en que no pueden más, todos cansados deciden acostarse en el prado, pero anocheciendo, sería otra mala idea.
- Ay, que desgracia, solo quedamos nosotros, eso creo. Bueno, a Ana le dejo mi ropa cuando le de frío, y a Ángel le dejo mis…
- ¡Pero es que no entiendes!, ya te dije, se optimista. (Le replica de nuevo William)
Todo queda en silencio, y miran a William:
- ¡Dinos!, que pasa aquí, tú lo sabes, dinos.
William, un poco asustado por la tonalidad de su voz, decide sacar su ocarina, reliquia única de su familia, y entona una muy bonita melodía…
- Uyyyyyyyyyyyy, pero que desgracia la nuestra… ¡Salvaste hija a un despreocupado que no le interesa ni siquiera su patria!, haré una fogata, y miraremos mañana para donde iremos.
Definitivamente Andrés estaba enfadado. William solo esperaba a que él, lo llevara al desolado desconocido lugar lejos del enemigo, y simplemente, a pocos pasos de su muerte; le decía que se calmara, que fuera optimista, y además ¿saca una ocarina y se pone a cantar?
Ya era de noche, unos pájaros que pareciesen vinieran del paraíso, entonaban las canciones de William, acompañados por su ocarina; alegraban el paisaje iluminado por la luna, y todo ser viviente callaba, deleitándose por tan gran maestría…
William, todo el tiempo cerraba los ojos, y él mismo sobre una piedra, se sentaba y entonaba su música, poco a poco Ángel sentía un vacío en su alma, que nunca creyó que existiera, y solo esperaba ver de nuevo los ojos de su acompañante… Andrés recostado, sonrojado y feliz, junto a Ana, solo esperaba vivir lo suficiente para escuchar toda la canción que parecía interminable.
Pronto, Andrés y Ana se durmieron, la fogata daba el complemento en tan maravillosa noche. William, seguía entonando su canción, y Ángel vencida por el sueño se recostó sobre él, y con una sonrisa más honesta que la de un niño, quiso soñar toda la noche con tan inolvidable momento. William al ver esto, sin dejar de tocar, abrió los ojos, y dando una ojeada al cielo, no vaciló en dormir junto a Ángel.
Mientras dormían, empezó a llover de nuevo, y en aquel valle escondido entre la selva, se sentía sin vacilar. Pronto, el carbón se enfrió, y todos corrieron hacia un árbol; afortunadamente cesó de llover en poco tiempo, y todas las desgracias se esfumaron con el arco iris que en el firmamento sonreia…
Pero de nuevo, el destino difundió su voluntad sobre ellos, y un ejército al otro lado del valle divisaron, era el enemigo, que otra vez los había encontrado.
- ¡Que hice señor!, que hizo mi familia, somos honrados; nunca robamos, siempre fuimos a la iglesia, excepto aquella vez que la burra se enfermó, ¿pero por qué morir de esta manera?
- Tranquilo, se optimista.
Andrés otra vez deliraba, y no podían correr, pues ya el ejército de Filias se abalanzaba contra ellos. De pronto, estos pararon, y se dedicaron a observarlos. Andrés no entendía, ni tampoco su familia ni William. Pero cuando voltearon a ver hacia atrás, estaba Aton, quien con la bandera nacional, y la armadura de sus hombres, relucía con el sol y su arco iris…
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