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La bikini de Marisa

La luz entraba espléndida por la ventana, era una ventana alta, con vidrios cuadrados, y la luz entraba y se desparramaba por la habitación con una radiante comodidad. El enfermero estaba al lado de la cama, organizaba unos frasquitos de medicinas. En la cama, acostado, Mauricio. El olor que había en el aire era el olor que había en los hospitales. El silencio también era de hospital. Se escuchaba el tintinear de los frasquitos que chocaban en las manos del enfermero mientras los movía de acá para allá.
Mauricio tenía vendada la cara, y tenía vendado el pecho, y tenía vendado los brazos, y las piernas. Estaba todo vendado. Los que se queman de esa manera no se salvan pero el chico parecía estar lográndolo. El enfermero dijo: Así es la cosa, como la mariposa, de acá para allá, de una flor a otra flor, a veces arriba a veces abajo. Sos un tarado, contestó Mauricio moviendo los labios en el pequeño espacio abierto en la venda de la cara, espacio que usaba para comer, y para hablar por supuesto. El enfermero se dió vuelta con los ojos abiertos y la boca caída, ¿Por qué me decís eso? Porque sos un tarado, contestó el otro. El enfermero rió. Mauricio sonrió.
Me pica la planta del pie, dijo Mauricio. El enfermero apoyó una mano en su pierna y con la otra rascó la planta del pie. ¿Así está bien?, preguntó. Sí, así está bien ¿pero por qué me rascás vos? ¿Y quién querés que te rasque? Marisa, dijo el muchacho. El enfermero sonrió. Ya va a venir Marisa, vuelve a las tres hoy. En eso pasó el doctor Vila por la puerta, miró hacia adentro de la habitación, al ver al enfermero la cara se le enrojeció, era furia no timidez, y se fue. Parece que no te perdonó, dijo Mauricio. No tiene por qué hacerlo, contestó el enfermero. Che, tengo hambre, dijo el muchacho. No hay nada para comer, dijo el otro. Sí, hay, en ese refrigerador, un flan. ¿Un flan? Sí, Marisa trajo flan, es su cumpleaños hoy, en vez de torta trajo flan. El enfermero caminó hacia el refrigerador y entre algunos tarritos de medicamentos había un flan.
No podemos comernos el flan del cumpleaños de Marisa, dijo el enfermero. Mauricio no contestó, desvió la cabeza e intentó mirar por la ventana que estaba casi a sus espaldas. Che, me parece estoy enamorado de Marisa, dijo el muchacho. El enfermero sonrió. Marisa rompecorazones, dijo. Pero viste como es, dijo Mauricio, es inevitable, me cambia la chata, a la mañana me despierta con una sonrisa y me pregunta como estoy, me da de comer, me seca la boca, ay cuando me seca la boca se me hace agua la boca. El muchacho rió. Es como ver el sol, cuando aparece a la mañana es como ver el sol, de verdad te digo. Claro, y yo vengo a ser el hongo del lugar, dijo el enfermero. No, no, vos sos bueno también pero ¿qué querés que me enamore de vos pedazo de puto? Rieron.
Che, pero sigo pensando que sos un tarado, dijo Mauricio. Tenés un corazón que no te entra en el pecho, pero sos un tarado. Otra vez con eso, dijo el enfermero. Podrías haber perdido el trabajo, dijo el muchacho. Era necesario, el tipo tiene que aprender a decir las cosas. ¿Pero vos te das cuenta lo que hiciste? Es un médico, dijo el chico. Él es el tarado, no yo como decís vos. ¿Qué hora es?, dijo el muchacho. Ya falta menos para que venga Marisa, contestó el otro.
¿Que hay mas allá de la ventana?, dijo Mauricio. El enfermero se acercó a la ventana y miró hacia afuera. Hay un parque, con césped verde, es el patio del hospital, hay unos pajaritos y hay una fuente, con agua, y muchos médicos que van y vienen y hay mujeres con polleras cortas y escotes profundos y que bambolean el culo cuando caminan. Cuando salga de acá, ¿me vas a llevar a ponerla?, dijo el muchacho. Por supuesto, dijo el enfermero, si no te lleva Marisa primero. El hombre rió. Sabés que me da cosa, dijo Mauricio, cuando me toca el pito para hacerme mear tengo miedo se me pare. Si se te para no se va a asustar. Rieron los dos. Capaz que le gusta. Volvieron a reir.
El doctor Vila apareció otra vez en la puerta. Volvió a mirar hacia la habitación, volvió a ponerse rojo de furia al ver al enfermero y volvió a irse sin decir nada. Es un caso serio este tipo, dijo el enfermero. Pero vos estabas tan sacado, comentó el muchacho, no te diste cuenta de nada, pero tenías que verle la cara de miedo que tenía cuando lo tenías del cuello, se le desparramaba el pánico por todo el cuerpo. El enfermero sonrió. Vos sabes porque lo hice, dijo. Ya se amigo, dijo Mauricio, gracias, tenés un corazón que no te entra en el pecho, pero sos un tarado, si perdías el trabajo ¿qué ibas a hacer? El enfermero no dijo nada. Se acercó al refrigerador y sacó el flan y tomó una cuchara.
Desgarró un trozo de flan con la cuchara y se lo llevó a la boca. Esta riquísimo, balbuceó con la boca llena. El muchacho miró sorprendido. Es el flan del cumpleaños de Marisa, dijo, no podemos. El enfermero llenó la cuchara con flan y Mauricio abrió la boca y el flan entró en sus fauces. Esta riquísimo, dijo también con la boca llena, Marisa nos va a matar. Era para comer con todos. Pero siguieron comiendo hasta dejar el plato con una película líquida de caramelo. Mirá si Marisa se enoja y te agarra a vos del cuello ahora, dijo Mauricio. El enfermero sonrió. Ahora en el césped del patio hay mujeres tomando sol, dijo mirando por la ventana. Mentira, dijo el muchacho. No, verdad, verdad. Hay un tipo vestido de blanco. ¿Un médico?, dijo Mauricio. No, no es un médico, es un heladero. El muchacho trataba de mirar por la ventana, pero le era imposible. Hay un sol que parte la tierra, siguió diciendo el enfermero, y hay nubes también, son blancas, y hay un ala delta y los pajaritos, los pajaritos de siempre. El muchacho trataba de darse vuelta. ¿Las chicas están en malla?, preguntó. Sí, unas bikinis bien chiquitas, dijo el enfermero sonriendo. ¿Cavadas?, preguntó el muchacho. Sí, muy cavadas. Me muero por ver. No sabés quién apareció ahora. ¿Quién? ¿Marisa? El hombre rió. Sí, Marisa, exacto. El muchacho sonreía. Tiene una bikini verde, y una tanga bien entrada en carnes. La sonrisa del muchacho se hizo más amplia. No sabía que Marisa tenía tan buen culo, dijo el enfermero. Ahora camina hacia la fuente, y el trasero se mueve hacia un lado, hacia el otro lado, de acá para allá. Se está mojando la cara con el agua, y el agua chorrea y cae por los pechos, y ahora se mete en la fuente y el agua lava todo su cuerpo y chorrea por sus piernas, por sus nalgas, por su vientre. El muchacho sonreía, y el enfermero estaba junto a la ventana y hablaba y Buenas Tardes, dijo alguien y era Marisa que había llegado. Mauricio se quedó mudo, y también el enfermero.
Marisa se acercó a Mauricio y colocó una mano en su frente. ¿Cómo anda mi amigo?, preguntó mirando al muchacho a los ojos. Le pica la planta de los pies, dijo el enfermero. Ella se acercó a la punta de la cama y le rascó los pies. Marisa, ¿sabías que me quedan seis meses más de internación? Sí, escuché algo, y escuché también que el doctor Vila no te lo dijo de la mejor manera. Mauricio no dijo nada. El enfermero lo miró y le guiñó un ojo. El muchacho sonrió. Marisa, ¿vos tenés una malla verde?, preguntó. La muchacha acomodaba unas gasas en un estante. No, tengo una malla blanca, blanca con puntos azules.

















Texto agregado el 31-01-2009, y leído por 382 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
04-02-2009 Yo me pierdo en ocasiones tratando de captar lo que pasa, sin embargo las letras atrapan, es dificil no terminar de leerlo, y mientras lo leo me pasan muchas cosas, muchas imagenes y emociones, esta muy bien escrito, por eso dejo las estrellas 5* Ciertascosas
04-02-2009 Yo me quedo con esa inmensa posibilidad de ver tras una ventana lo que uno quiere ver..Saludos. Mildemonios
01-02-2009 En cuanto a la narrativa, ésta es bien fluida y amena, y como siempre lo haces, recreas las escenas de una manera natural, sin rebusques, ni medias tintas. Coincido con Naiviv en que la trama queda inconclusa al no quedar clara la causa que origina el disgusto del doctor. Siento que hay dos tramas entremezcladas: Mauricio, el joven quemado, que sueña con ser admirado y amado (?) deseado (?) por Marisa y que ese sueño, quizás, le de cierta motivación para palear la situación que vive; por otro lado, hay una trama que es la del enfermero que es la que parece quedar inconclusa, a pesar de que la introducción del relato hace pensar que el incidente del doctor con el enfermero iba a ser el meollo de la trama. Creo, Nazareno, que deberías trabajar este cuento de otra forma y ahondar más en la trama del relato para que el cuento se sienta más real, aunque no lo sea. Un abrazo. Sofiama
31-01-2009 Bonita historia, me quedé intrigada con el incidente del enfermero y el doctor , el descenlace que elegiste le da un toque de humor...y creo que lo que deja una sensación de inconcluso es el hecho de que el nudo o problema está desde el comienzo del texto con lo que se pierde el punto de quiebre o mayor tensión en el relato y el descenlace se hace demasiado obvio...siempre encantada de leerte ...saludos... naiviv
31-01-2009 Es una historia enigmática que rebasa mi capacidad de comentario. Honesto como suelo ser cuando comento tus textos, por ahora decirte que la lectura me ha sido agradable aunque no alcanzo a entender muy bien el trama. Me parece en un principio que Mauricio establece un diálogo con un enfermero ¿imaginario? en medio del padecimiento físico y la líbido natural de la edad. Marisa y el bikini sólo es un pretexto para justificar el trama. Disculpa, pude dejar algún comentario de cliché para salir del paso como: "Lindo texto", "Pobre Mauricio como sufre", etc., pero me parece que sería una forma grosera y cómoda de valorar tu esfuerzo como autor. Te dejo mis ***** Por el ingenio al redactar este escrito y en atención a la invitación que me has hecho para leerlo. Afectuosos saludos. sagitarion
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