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ESMERADO JOSE ANDRADE: entre el fútbol y las piñas

Gómez traiga la palangana con agua y el alcohol y algunas gasas que parece que al manojo otra vez se le dio por el chupi, dijo don José mientras limpiaba la maquina de cortar fiambre y tarareaba “mi noche triste”, tango que sonaba en una vieja Noblex Carina ubicada sobre la caja registradora en uno de los estantes detrás de la heladera mostrador.

Cuando el manojo cruzó la puerta del almacén el viejo sin levantar la vista le dijo: “si ya se….seguro que el otro quedó peor no?” y siguió limpiando la maquina porque ya era hora de cerrar. En ese momento Gómez dijo que la palangana con agua y espadol ya estaba lista en el baño y el manojo cruzó todo el salón sin decir palabra. Esta vez recibió pal campionato del mundo, dijo Gómez, me parece que le rompieron la nariz me parece.

El manojo era un buen pibe, no era peleador, al contrario más bien era bastante miedoso. De ahí su sobrenombre “manojo de miedo”. Se lo habían puesto en el club donde jugaba al fútbol.

En ese club había un arquero histórico que tenía las manos muy grandes, sus dedos eran enormes y le decían manojo en franca alusión a que sus manos parecían un manojo de porongas, obviamente, los seguidores del equipo de aquellos años tuvieron que reducir el sobrenombre a manojo por cuestiones de buen gusto. Pero en este caso, en este manojo, la característica distintiva era el miedo, un jugador hábil pero que levantaba el pié ante la más mínima amenaza de golpe y gritaba pidiendo justicia ante el mas mínimo roce.

El problema es que cuando manojo tomaba alcohol se volvía corajudo y buscaba terminar todas esas peleas que tenia pendientes por haber disparado a tiempo.
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Ese día los pibes del club habían organizado un asado para festejar la clasificación a la final del torneo y en el camino se había cruzado con el carlitos, un colorado morrudo que se la tenia jurada hacia bastante. Logro zafar sin problemas y llegar al almuerzo donde, entre cargadas y anécdotas del partido ganado, se fueron tomando todo el vino y comentando lo dura que seria la final y lo bien que atajaba el carlitos, que jugaba en el equipo contrario.

Manojo se paro como pudo y sin decir nada se retiro del lugar tambaleando. Se dirigió directo al barrio las tunitas, donde vivía carlitos convencido de que si lo encontraba iba a poner las cosas en su lugar. Por un lado terminaría con eso de que carlitos lo corría todos los días para pegarle y por el otro le daría semejante paliza que el domingo no podría atajar y eso seria bueno para su equipo.

Lamentablemente se encontró con carlitos antes de que el efecto del alcohol le permitiera reflexionar.

Este estaba en la plaza a punto de robarle un beso a una chica a la que le había tenido que insistir toda la tarde en el momento justo en que manojo le grita: “decile a esa turrita que se vaya, no sea cosa que se impresione cuando te llene la cara de dedos”.....

Carlitos se hizo el distraído, al fin y al cabo ya tendría tiempo de vengarse, en ese momento prefería estar con su chica, pero manojo, ya a un par de metros, insistió: “Aprovecha a besar a esa atorranta porque te voy a dejar la trompa a la miseria”

Intentó ignorarlo nuevamente pero la chica se ofendió porque no la defendía de los insultos y se fue corriendo. A carlitos se le transformó la cara y en un instante había saltado con toda su furia sobre manojo, que apenas se podía mantener en pie. Para cuando este quiso levantar la guardia y pararse firme ya estaba en el suelo con la nariz sangrando.

Carlitos se saco todas las ganas que tenia de pegarle y además disfruto sabiendo que con semejante paliza seguro que el domingo no jugaría y eso era bueno para su equipo ya que si el manojo estaba inspirado podía ser peligroso en el área.

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A las dos de la mañana Don José esperaba el informe del médico en la guardia del hospital. Había decidido llevar a manojo para que lo revisen porque luego de cenar se sentía muy dolorido y ya casi no podía abrir los ojos por la hinchazón.

Lo de los ojos son solo moretones y se le Irán con el tiempo, dijo el doctor, pero en la nariz tiene una fractura, así que va a tener que estar con yeso un buen tiempo. Manojo no lo podía creer, por primera vez llegaban a la final y se la perdería por una pelea, se lamentaba de que el asado no hubiera sido después de la final así, por lo menos, si la ligaba no tenia nada que perder.

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En la semana no pudo entrenar pero el técnico le guardó un lugar en el banco por respeto a todo el esfuerzo que había realizado durante el año.

Pero dejate puesta la capucha que los de la tribuna se nos cagan de risa, le dijo al salir del vestuario para la cancha. Jugaban de visitante y el equipo local seria campeón con el empate por tener mejor diferencia de gol.

La cancha de las tunitas estaba repleta. Siempre le ganaban al equipo del barrio obrero y esta vez de local y con la ventaja del empate a su favor el campeonato no se les podía escapar.

El partido fue muy trabado. A los visitantes le faltaban ideas para generar jugadas, ya que ellos eran los que estaban obligados a ganar, y el arquero local parecía imbatible.

Dejame entrar un rato, decía manojo, te aseguro que estoy bien, explicaba parado enfrente al técnico con los ojos todavía medio cerrados por la golpiza. Por momentos el DT tenia ganas de pegarle, el, una trompada para que se diera cuenta de cómo tenia su cara. Pero al ver que el partido se terminaba, que los locales estaban metidos atrás esperando que pase el tiempo y que su equipo no generaba mayor peligro decidió ponerlo en los últimos cinco minutos para que se saque las ganas. Al fin y al cabo estaba fresco y no se iba a meter en ningún rose peligroso para su salud.

Le costaba un poco abrir los ojos y el yeso le apretaba la nariz dificultando la respiración. Toda la tribuna visitante se burlaba por su ingreso, llego a escuchar que el capitán del equipo contrario le preguntaba al árbitro si el partido era contra el equipo del instituto del quemado.

Juegue juegue dijo el juez sin poder ocultar una sonrisa. En esos cinco minutos se esforzó por pedirla pero no se la dieron, si hasta sentía ganas de llorar de la angustia, todo un año de esfuerzo para terminar dando pena.

Se habían cumplido dos de los tres minutos adicionados por el juez cuando el cinco visitante roba la pelota en la mitad de la cancha, la abre para el lateral derecho que corría a espaldas de la defensa local, este llega hasta el fondo de la cancha y tira el centro........ Manojo espera en el punto del penal la pelota que viaja a media altura, perfecta para una bolea, piensa, y acomoda su cuerpo.

Planta, con firmeza, su pie izquierdo en el césped, inclina levemente su torso hacia atrás y a la derecha mientras abre los brazos y gira hacia atrás su pierna derecha.

La pelota venia a gran velocidad y cuando el saca el potente derechazo, el balón pasa varios centímetros por debajo de su botín. Mientras se caía por la tremenda pifia siente como la pelota le da en el pié de apoyo y se eleva de emboquillada por arriba de carlitos que no puede creer como, a pesar de su esfuerzo, no logra evitar que la pelota ingrese por el ángulo.

El estadio enmudece, la gente que ya estaba festejando se agarra la cabeza, no lo podían creer. Manojo ignoró las amenazas de carlitos mientras sacaba la pelota del arco e intento salir corriendo para festejar pero el árbitro lo mando a lavarse porque con la caída le había comenzado a sangrar la nariz.

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Esa noche hubo una gran fiesta, en el bar de Pénico, para festejar el campeonato. Manojo era un héroe, el se sentía así porque le había dado el campeonato a su equipo pero en general todos comentaban el gol de “orto” que había hecho y la paliza que recibió en la semana.

A el nada le importaba, estaba dispuesto a disfrutar del asado y el buen vino, la historia ya se encargaría de devolverle los meritos que le correspondían.......

Todavía no terminaba su primer vaso de vino cuando entro corriendo al bar el pibe que cuidaba los autos y le dijo que carlitos lo esperaba en la calle. Terminó el vino, le dijo al pibe que le avise al gil de carlitos que lo espere que iba al baño y en un minuto le llenaría la cara de dedos.

Para llegar al baño había que cruzar un gran patio donde en otras épocas se guardaban los caballos. El lugar estaba oscuro, apenas iluminado por una lamparita que colgaba en la puerta trasera del bar, a pesar de eso, en la penumbra, pudo ver la tranquerita de alambre que daba a la quinta de la casa de Penico, sabia que si lograba zafar del perro podría escapar sin problemas por la otra calle, Penico siempre dejaba la casa abierta.

Nunca más se lo volvió a ver a manojo por el pueblo. Algunos dicen que jugo un tiempo en El Porvenir y que de ahí se fue a la Fiorentina. Otros aseguran haberlo visto vendiendo ballenitas en la estación William Morris, en Hurlingham.

Los años pasaron y el barrio obrero nunca volvió a ser campeón. Cuando hicieron la tribuna de cemento en su estadio la llamaron: Esmerado José “Manojo” Andrade.

Texto agregado el 30-01-2009, y leído por 157 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
30-01-2009 Lo lamento, me quedé a la mitad del cuento, tal vez con una buena afeitada resulte menos pesado, eh? marxtuein
 
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