Ante las viles acusaciones recibidas en esta página por denunciar la masacre en GAZA, dirigidas a mí, como los innumerables acosos a otros usuarios de esta página acusándoles de racistas por apoyar esas denuncias, reproduzco íntegramente este artículo que demuestra que ser de origen judio no implica connivencia con el Gobierno israelí.
REBELIÓN JUDÍA CONTRA EL ATAQUE DE ISRAEL
Historiadores e intelectuales judíos rechazan los métodos empleados por el Gobierno israelí contra los palestinos
El historiador Ilan Pappé sostiene que hay que calificar de "genocidio" la campaña militar de Israel en Gaza. Su colega Yakov Rabkin se muestra escandalizado por la "masacre". La periodista Naomi Klein afirma que toda la economía israelí depende en realidad de su músculo bélico. Y la activista Diana Ralph advierte que los "crímenes de guerra" no pueden quedar impunes.
Si está pensando que la Liga Antidifamación debería intervenir inmediatamente para frenar este tipo de declaraciones y cortar así la extensión del antisemitismo, aguarde un segundo: todos ellos son judíos. La invasión israelí de Gaza ha desencadenado un alud de actos y proclamas de ciudadanos de tradición judía contrarios a la política de Israel. En ocasiones, la rebelión apunta a la esencia misma de este país como "Estado judío". Y casi siempre se dirige contra la pretensión de Israel de representarles y de hablar en su nombre.
"Israel actúa en nombre de todos los judíos del mundo, pero muchísimos consideramos un error tremendo su política: por la violencia que genera y porque nos perjudica gravemente", explica, en conversación telefónica desde Montreal, Yakov Rabkin, catedrático de Historia de la Universidad de Montreal y autor de La amenaza interior. Historia de la oposición judía al sionismo, publicada en España por Hiru.
La creación del Estado, en 1948, supuso un auténtico cisma en el mundo judío, nunca resuelto. Pese a que el país tiene desde entonces las puertas abiertas para todos los judíos del mundo, la mayoría ha declinado establecerse en Israel, que alberga a menos de un 40% del total, aunque suele hablar en nombre de todos ellos.
Portavoces cuestionados
"Muchos de los autoproclamados portavoces de la comunidad judía en el mundo son en realidad portavoces del Estado de Israel pero, en los países democráticos, las comunidades culturales o religiosas no necesitamos portavoces", añade Rabkin. Y agrega: "Los demás somos gente corriente y no nos organizamos tanto ni tenemos tanto dinero, pero somos la mayoría".
"El problema es que una minoría de extrema derecha ha logrado imponer su agenda mientras los judíos no militantes están en los márgenes.
¿Una exageración? Nadie lo sabe. Los portavoces de las organizaciones judías son mayoritariamente proisraelíes. Pero ello no significa que los ciudadanos de tradición judía compartan sus postulados.
Las elecciones de EEUU, que cuentan con radiografías demoscómicas muy precisas, demuestran más bien que existe un divorcio notable. En los últimos años, las principales organizaciones judías han apoyado de forma entusiasta a los republicanos George W. Bush y John McCain. Pero los judíos han votado masivamente demócrata: siempre por encima del 70%, entre 20 y 30 puntos más que la media del pueblo estadounidense. En la pasada campaña, McCain incluso se rodeó permanentemente del senador Joe Liberman, judío proisraelí. Pero el 77% del voto judío fue para Barack Obama.
"Creo que hay una mayoría silenciosa de judíos en el mundo que apoya la aplicación de los derechos humanos para toda la gente", recalca CecilieSurasky, portavoz de Voz Judía para la Paz, organización con sede en California. "El problema es que una minoría de extrema derecha ha logrado imponer su agenda mientras los judíos no militantes están en los márgenes. Sucesos como los de estos días en Gaza convencen a los judíos que hasta ahora han estado callados de que deben levantarse y decir basta", añade.
"¡No en nuestro nombre!"
Su organización cuenta ya con 43.000 afiliados y la tendencia es al alza. La invasión ha activado iniciativas pacifistas similares en todos los lugares donde hay una comunidad judía importante: en Francia, Otra Voz Judía ha programado una catarata de actividades, incluyendo conciertos de rap palestino y obras de teatro. Hay entidades parecidas en muchos países de Europa, aunque no en España, donde la comunidad judía es reducida.
En Canadá, Voces Judías Independientes y otros grupos han promovido acciones como la ocupación del consulado israelí al grito de "¡No en nuestro nombre!". Y más de 340 profesionales judíos han firmado un manifiesto que pretenden publicar como "carta abierta a los soldados israelíes" en periódicos de este país contra la campaña militar en curso y los "crímenes de guerra" y las "atrocidades".
"Un Estado judío es intrínsecamente racista y no puede ser democrático porque por definición discrimina a todos los que no son judíos"
"Esta actividad criminal no hace nada para mejorar el bienestar y la salud de los judíos. Al contrario: desde Sderot hasta Sidney, pasando por Ashkelon y Amsterdam, todos nos beneficiaremos de que haya justicia para los palestinos", recalca este llamamiento a la insumisión impulsado, entre otros, por Judíos Americanos por una Paz Justa.
Que los judíos hostiles o indiferentes a la política de Israel son muchos más de los que el activismo de las organizaciones sionistas puede hacer pensar lo demuestra un estudio reciente publicado en EEUU por Steven M. Cohen y Ari Y. Kelman: Más allá del distanciamiento. Los judíos americanos jóvenes y su alienación de Israel. La investigación, que explota los datos de la Encuesta Nacional de Judíos Americanos de 2007, muestra el choque que provoca Israel en el mundo de tradición judía y subraya de manera rotunda que la desafección entre los más jóvenes es muy acentuada: entre los menores de 35 años, menos del 20% dice estar "siempre orgulloso de Israel".
El fenómeno va mucho más allá de rechazar las acciones militaristas o campañas como la invasión de Gaza y se refieren a los cimientos mismos del Estado de Israel. Son judíos, pero no sienten que Israel o el sionismo tenga nada que ver con ellos: por ejemplo, entre esta franja de menores de 35 años apenas el 50% se siente "confortable con la idea de un Estado judío". Y el dato más extremo: sólo el 50% dice que "la destrucción de Israel sería una tragedia personal", porcentaje que llega hasta el 80% en la franja de mayores de 65 años encuestados.
"Un Estado judío es intrínsecamente racista y no puede ser democrático porque por definición discrimina a todos los que no son judíos", opina desde Canadá Diana Ralph, coordinadora de Voces Independientes Judías. "El sionismo es desde su inicio un proyecto imperalista y racista condenado al fracaso si no fuera por el apoyo masivo de EEUU y sus aliados", remacha.
Las disidencias, que existen desde siempre en la tradición judía y que ahora se han acentuado, empiezan a dar signos de anidar también directamente en Israel. El apoyo a la contundencia bélica "como derecho a la autodefensa" sigue siendo muy alto en este país, pero las grietas existen, como demuestra el importante movimiento de objetores de conciencia.
Uno de sus miembros destacados es Jonathan Ben-Artzi, sobrino del halcón Benjamin Netanyahu, que ha hecho un llamamiento al Gobierno de EEUU: "Hablo como un israelí que apela a los estadounidenses para decirles que no tienen que apoyar ciegamente a Israel. Las acciones de Israel no son todas santas (...) A veces es necesario que se dirijan con firmeza a Israel y nos digan, le digan a nuestro Gobierno, que ponga fin a sus acciones."
El todavía embrionario cisma interior israelí ha dado un salto notable en el campo intelectual en muy poco tiempo con la publicación de obras revolucionarias por parte de los "nuevos historiadores", que han puesto en cuestión desde dentro los grandes dogmas de Israel, aunque suponen una corriente netamente minoritaria.
Quizá el caso más notorios es el de Ilan Pappé (Haifa, 1954), que ha sacudido Israel con la publicación de La limpieza étnica de Palestina (Crítica). El libro sostiene que la limpieza étnica ha sido deliberada y organizada desde el principio del Estado con el fin de asegurar una mayoría judía en Israel.
Las principales autoridades del mundo intelectual israelí, con Benny Morris al frente, se han volcado en rechazar el trabajo y en cuestionar su rigor. Pappé vive ahora en Reino Unido e incluso se ha sumado a las campañas de boicot académico contra las universidades israelíes, incluida la suya de siempre: la de Haifa.
En estos días de furia, el blog de Pappé echa humo. "Parece que incluso los crímenes más horrendos, como el genocidio en Gaza, son tratados [por la comunidad internacional] como acontecimientos discretos, sin conexión con nada del pasado y sin asociación con ninguna ideología", escribía en un post del 3 de enero.
A juicio de Pappé, es crucial que la opinión pública comprenda la naturaleza de la "ideología sionista" como "la mejor manera de explicar las operaciones genocidas como la que vive ahora Gaza" y al mismo tiempo avanzar en acciones que prevengan "cosas incluso peores" en el futuro.
"Hay una gran confusión entre los términos israelí, judío y sionista. El propio Estado de Israel la fomenta, pero es muy peligrosa"
Shlomo Sand (Linz, Austria, 1946), historiador de la Universidad de Tel Aviv, acaba de publicar otro libro rompedor, aún no traducido al español, Cómo y cuándo se inventó el pueblo judío, en el que hace añicos los mitos fundacionales. La academia oficial también ha salido en tromba a criticarlo, pero su extraordinario éxito de ventas en el país -más de 20 semanas consecutivas en la lista de más vendidos- muestra hasta qué punto las cosas están cambiando incluso en Israel.
El fenómeno ha sacudido la política tradicional en episodios aislados, pero de gran impacto simbólico. Abraham Burg, ex presidente del Parlamento de Israel, de la Agencia Judía y de la Organización Sionista Mundial, ha abjurado de manera estruendosa del sionismo y trata de agitar a la sociedad israelí para que empuje hacia un cambio de rumbo radical. De lo contrario, advierte, Israel no tiene ningún futuro.
La crítica de Burg va a la raíz del sionismo mismo: ha llegado a decir que la presión que observa en Israel contra los árabes tiene paralelismos con la que sufrieron los judíos en los regímenes nacional-socialistas antes de la Segunda Guerra Mundial. Su tesis es que Israel, en su actual formato que privilegia a los judíos, sólo puede sostenerse a través de la violencia y augura que esta será cada vez más brutal.
Responsables
El catedrático Yakov Rabkin le secunda desde Canadá: "Toda la idea de crear un Estado étnico contra la voluntad de gran parte de la población implica uso de la fuerza. ¡No hay otra manera de hacerlo!", opina. El historiador se pregunta cómo es posible que la comunidad internacional y la potencia colonial en la zona, Reino Unido, se laven ahora las manos ante una situación explosiva que a su juicio contribuyeron a crear.
"¡Hannah Arendt tenía razón! Ella advirtió exactamente qué iba a pasar: es imposible que este Estado viva en paz. Y los judíos de todo el mundo pagamos las consecuencias", concluye Rabkin. La consecuencias, aclara, es el aumento de ataques e intimidación contra los judíos en todo el mundo y la minimización del Holocausto.
"Hay una gran confusión entre los términos israelí, judío y sionista. El propio Estado de Israel la fomenta, pero es muy peligrosa", lamenta. Y concluye: "El antisemitismo tradicional sigue existiendo, pero ya no es la mayor causa de acoso a los judíos. Ahora, el principal riesgo de sufrir una agresión son represalias por la política de Israel".
La confusión causa estragos: si Rabkin estuviera hoy en Madrid y decidiera ir a la manifestación contra la guerra, muy probablemente avistaría más de una pancarta equiparando el símbolo nazi con la estrella de David. O haciendo lamentables juegos de palabras con el Holocausto.
Publicado por PERE RUSIÑOL - Madrid - 11/01/2009 13:35
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