En los pueblos del interior los purretes empiezan a salir desde muy jóvenes, así es normal que los varones a los 13 o 14 años se encuentren dando vuelta solos por la calle, en un principio con un coto de tiempo que ponen sus padres y, al poco tiempo, cuando estos pierden un poco el miedo y se acostumbran a las salidas de sus hijos, aquellos no regresaran hasta que se hace de día.

Gran hazaña ver el amanecer, acostarse de día, tener resaca, ahí uno comienza a odiar la frase “sarna con gusto no pica mijito!!!!” o “Que querè…toman como grandes y se maman como chicos!!!!”.

Lo cierto es que para no aburrirse uno debe encontrarle variantes a las salidas, al principio tomar un helado, dar la vuelta al perro o ir al matinée, luego viene el tiempo de la previa en alguna casa con asado, vino de caja y licor casero para el desafió al truco, tute o mus, para luego ir al Púb de moda o al boliche.

Pero en ocasiones la rutina te lleva a salirte de los lugares de moda y a buscar maneras de matar el tiempo en bares o clubes de esos que a veces pareciera que pertenecen a otra época, el lugar, su gente y hasta las bebidas que se toman parecen extrañas.

En esa etapa de desarrollo nos encontrábamos nosotros cuando empezamos a hacer la previa en el club atlético. Ahí llegábamos, le pedíamos algún trago a Paladini o a Rosales y nos poníamos a disfrutar de esa falta de preocupación por la moda, donde para estar en “la pomada” no hace falta ser lindo sino ser buen tipo, donde lo importante es compartir el tinto con un cogote de soda con cualquier desconocido que se acode en la barra y no tomarte algún extraño trago con nombre de pila como destornillador u orgasmo de pitufo solo para que las minusas vean la “onda” que tenes. Eso en el club no pasaba por dos motivos, primero porque no quiero imaginarme lo que te serviría el Pala si le pedías un orgasmo de pitufo y segundo porque había muy pocas posibilidades de ver chicas a esas horas en el club.

Una noche nos encontrábamos deambulando entre la barra y la mesa de pool cuando desde una mesita del fondo nos llamo un tipo flaco, alto con pinta de bonachón, hacia rato que nos relojeaba y nosotros lo habíamos visto barajar las cartas con insistencia entre trago y trago hasta que se decidió y con un gesto amigable, levantando el mazo con su mano izquierda y el vaso con la otra, nos señalo las sillas vacías en su mesa.

Nos miramos con el bumba y el chino y en una especie de asamblea virtual que duró apenas un instante analizamos lo avanzada de la hora, que se nos haría tarde para el boliche y que tal vez el viejo podría ser un borracho muy pesado y que por eso estaba solo pero la votación dio un resultado unànime si en definitiva era en busca de esas aventuras que íbamos al club así que nos acercamos al señor y nos presentamos, yo soy el tarugo, nos dijo, y nos invitó a jugar un truquito……..

El ritual se repetía cada sábado por la noche. El tarugo nos esperaba en la misma mesa con las cartas y los porotos preparados y su vasito de fernet con fanta. Tirábamos reyes para determinar la pareja de tarugo y jugábamos unos partidos de truco interminables porque el hombre resultó ser extremadamente mentiroso, para cada jugada tenia una anécdota, para cada ocasión tenia un dicho y ni hablar de la mano en que le tocaba mezclar y repartir, eran sus momentos de gloria, nos contaba sus hazañas amorosas y deportivas que por supuesto varias se repetían pero siempre aparecían nuevas proezas, sobre todo amatorias, lo que nos llevaba a pensar que para haber hecho todo eso el tipo debería tener cerca de 250 años. A todo esto debemos sumarle la cantidad de veces que se le vaciaba el vaso y debía esperar que el cantinero le reponga, mas una cantidad similar de veces en que debía parase para ir al baño a “cambiar el agua de las aceitunas”….. los partidos parecían eternos.

Una noche llegamos al club y el tarugo nos esperaba como siempre en la misma mesa pero su trago estaba raro, ya no tenía el color marrón claro que toma el fernet al cortarlo con fanta, ahora era un trago muy oscuro entonces la pregunta obvia fue: “Tarugo ¿Qué estas tomando? ¿Abandonaste el fernet con fanta?”, “no”, contesto con voz segura, “ahora tomo fernet con cinzano”, y se justificó, “lo que pasa es que la fanta me estaba cagando!!, me hacia ir mucho al baño viste”. Fin de la discusión, ¿quien podría refutar semejante justificativo?.

Durante un buen tiempo seguimos yendo a jugar al truco con el tarugo hasta que casi sin darnos cuenta, quizás por esto del cambio de rutina que decía al principio, nos fuimos alejando de esa costumbre hasta que ya no volvimos a frecuentar el club. Un día nos enteramos que el tarugo había muerto, que lo habían internado y que duró poco, que tenía cirrosis, que se yo, se dicen tantas cosas.
Nadie le hizo un monumento al tarugo, tal vez no lo merecía pero parecía un buen tipo, a nosotros nos regalo muy buenos momentos, seguramente tenia infinidad de problemas ya que nadie se convierte en alcohólico porque sí nomás, pero nosotros nunca lo escuchamos quejarse, un tipo amable, un tipo común, un tipo simple, como esta historia.
Tal vez nadie le haga un monumento a esta historia pero yo…......yo jugué con el tarugo.