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31/1/97

Durante el día habíamos recorrido poco menos de 400Km, un poco en tren y otro poco en camión, cargando pesadas mochilas con provisiones para varios días. Era la noche, una noche de verano, que seguía al día mas caliente de ese verano. Estábamos en “ El Gurí” un pequeño campo poblado de todo tipo de insectos pero con muy pocos animales domésticos. Había luna llena, el cielo estaba totalmente despejado y la noche se presentaba fresca por lo tanto cenamos afuera de la casa y al terminar, apagamos la luz, para evitar esos molestos bichitos que rodeaban el farol, y nos quedamos disfrutando de una luna que nos permitía ver a medias un campo muy plano y un cielo imponente que mostraba todas sus estrellas.

A mi lado estaba “Don Jaime”, Eraclito Ventivoglio Pereyra de nombre y mentiroso de profesión, que era el encargado del lugar, quien muy gentilmente nos permitió que pasáramos la noche ahí. Este hombre hablaba de ciertos roedores que habrían llegado, unos años atrás, en un camión que traía pasto para las vacas, que según el eran muchas en ese tiempo. En un principio sospechando que eran ratones comunes, aunque de gran tamaño, dejó que los gatos se ocuparan de ellos pero estos no solo debían librar feroces batallas para atrapar un ratón sino que la mayoría de las veces salían perdiendo. En ese momento Arancedo, que era el encargado del campo lindero y se había quedado a comer con nosotros, decidió retirarse, quizás porque conocía la fama de Don Jaime, con la excusa de que tenía que madrugar.

Líder de la resistencia gatuna, siguió contando el viejo, era el “Talelín”, un felino muy poderoso traído especialmente desde la estancia de los Gorriti en Pardo, en el cuál deposité toda mi confianza. Pero además de poderoso este gato era turista, borracho y timbero. Cuando, por ejemplo, lo mandaba en expediciones al potrero del maizal, este, se quedaba a mitad de camino fumando chalas o cardos. También me pedía licores a cambio de protección y con sus amigotes se jugaba al tute las doble pechuga. Considere entonces que aunque era el único que podía dominar a los ratones solo me traería disgustos y decidí deportarlo a Pardo donde, si no me equivoco, siguió haciendo de las suyas.

Había comenzado a soplar una fuerte brisa y algunas nubes surcaban el cielo, nosotros seguíamos atentos los relatos de “El Viejo Loco”, es así como lo llamaban en la zona, apodo que se había ganado por sus relatos fantásticos y sus ideas de tratar como seres racionales a todos los animales. He pasado muchas noches como esta luchando contra esos malditos roedores, nos dijo mientras se levantaba para ponerse un viejo y gastado abrigo de hilo verde, porque era con noches como esta cuando salían a divertiste, corriendo gallinas, asustando a los gatos y lanzando piedras sobre los techos de la casa.

A esta altura ninguno de nosotros le creía lo que contaba y aunque comenzábamos a sentir algo de frío lo escuchábamos por miedo a que se ofendiera si no terminábamos de escuchar su historia. Para mostrar interés no tuve peor idea que preguntarle como había eliminado a los ratones. Se echó hacia atrás poniendo la silla en dos patas, se refregó los ojos, hizo unos cuántos sonidos indescifrables como si buscara el tiempo para pensar una respuesta irrefutable, volvió a poner la silla sobre sus cuatro patas, se apoyó sobre la mesa y dijo: entrené a las gallinas. Tuve ganas de reírme, pensé en ir a dormir, hasta se me cruzó por la cabeza la idea de decirle que mi abuela pateaba calefones a la siesta, finalmente, con miedo a que pensaran que yo estaba mas loco que el, pregunté como las había entrenado , esta vez la respuesta fue instantánea : karate dijo y agregó, lo que pasa es que las gallinas estaban muy enojadas ya que desde la llegada de los ratones no podían vivir en paz y me atribuían a mí la responsabilidad de que ellos aún estuvieran en el lugar.

Con la ilusión de que todo terminara ahí, le propusimos ir adentro porque estaba haciendo frío. Yo me encargué de entrar el farol y encenderlo, Don Jaime fue a cerrar la tranquera que había dejado abierta Arancedo cuando se fue a su casa, los otros chicos, “fosforito” era uno y “Sándia” el otro, tiraban piedras al techo y comentaban lo delirante que era el viejo. No habían pasado mas de cinco minutos cuando volvió Don Jaime y contrariamente a lo esperado, con el cambio de lugar , no solo no se olvido de la historia que estaba contando sino que parecía haberse iluminado mas el viejito loco.

La casa no era muy grande, estábamos en la cocina que era de un estilo bastante antiguo y un poco deteriorada como el resto de la casa. Sobre una de las paredes se apoyaba un gigantesco armario en el cual se encontraba Don Jaime metido de cabeza buscando una botella de una bebida que el mismo había preparado y maldiciendo el día en el que se le había ocurrido esconderla de las “lauchas aliadas” que según el, le robaban todo tipo de cosas para llevarle a los “canallas”, nombre con el que identificaba a los ratones lideres.

Ya sin esperanzas de ir a dormir nos sentamos y nos quedamos observándolo. Sacó una especie de damajuana, cubierta por un canasto da mimbre, que no tendría una capacidad mayor a tres litros, sirvió el contenido en cuatro vasos de color amarillo y le dio uno a cada uno de nosotros. Aunque para nosotros eso era licor de huevo, el insistía en que era una pócima que le permitía pensar y ver los cosas como en verdad eran y que si hubiese caído en manos de los ratones la historia seria otra y el lugar estaría en poder de los canallas.

Empinó el vaso tomándose el contenido en unos pocos tragos, volvió a esconder la damajuana en el armario, se quitó el viejo abrigo de hilo color verde y poniéndolo extendido frente a nosotros dijo: con esta tricota dirigí la resistencia desde la primera reunión con las gallinas hasta la última batalla. Me veía en la obligación de hacerle una pregunta como para darle pié para que siguiera con el relato y le pregunté, en realidad no se si por obligación o por curiosidad, si había sido muy difícil acabar con la plaga. Mientras Fosforito y Sándia me miraban, como quién mira a un hombre que come caracoles vivos, Don Jaime hizo una exclamación de esas que intentan decir que lo que ocurrió fue terrible.

A pesar de que contaba con la ayuda de las “gallinas ninjas”, dijo, mientras encendía un cigarrillo armado por el mismo, la pelea fue durísima ya que también teníamos que defendernos de los “chimangos galácticos” que se nos llevaban las vacas y las comían o lo que es peor las dejaban en campos vecinos o arriba de alguna planta.

Sándia quien parecía dormido le preguntó como había hecho para comunicarse con las gallinas, a lo que el viejo respondió rápidamente diciendo que las gallinas tienen su propio idioma al igual que cualquier otro ser vivo y que solo era cuestión de entenderlo, además con la bebida que el preparaba, de la cual nosotros habíamos tomado unos tragos, el podía comunicarse con cualquier ser.

Salimos a orinar, Don Jaime prometió convidarnos con un poco mas de su pócima mágica, al regreso lo encontramos sentado con la vista como perdida, como si estuviera viajando por algún lugar desconocido, luego nos miró nos dio un vaso a cada uno y nos contó una historia que nosotros escuchamos atentamente, no se si por respeto o por lastima o porque simplemente estábamos mas locos que el.

Este era un lugar muy tranquilo lleno de animales, hasta que un día aparecieron los ratones de los que les estuve hablando. Al ver que no podía eliminarlos disidí convivir con ellos pensando que no podrían hacer mucho daño. Al principio solo andaban en el galpón y si se acercaban a la casa los corría con un palo, pero la cosa empeoró, poco a poco, comenzaron a rondar la casa con mas frecuencia, se divertían espantando a los gatos y propasándose con las gallinas batatazas , fue ahí cuando las gallinas comenzaron a hacer movilizaciones frente a la casa y largos periodos de paro en los cuales no ponían huevos ni arreglaban sus nidos pidiendo mayor preocupación de mi parte para eliminar a los roedores, el colmo de todo fue cuando los ratones se pusieron en contacto con las lauchas que vivían dentro de la casa , las cuales me robaban alimentos para dárselos a los “canallas”, líderes de los ratones.

Había comenzado a llover , a mi lado Sándia, un gordito colorado y lleno de pecas , dormía plácidamente; en otro sector de la cocina , sin aguantar mas de tres minutos en la misma posición, se encontraba Fosforito, quien se paraba y se sentaba continuamente, mientras Don Jaime nos contaba de la sentada con olla popular , que en señal de protesta , había realizado con las gallinas , frente al galpón, durante dos días y dos noches.

Nos contó también la forma en que había entrenado a las gallinas y que había intentado también, aunque sin éxito, enseñarle a volar a los gatos para que lucharan con los chimangos galácticos. Unos bicharracos muy difíciles de combatir por su velocidad, su astucia para robar el ganado y por la imposibilidad de matarlos en vuelo ya que cuando venían a buscar el ganado, al venir sin carga, podían esquivar los tiros de resortera y cuándo se alejaban con su presa, si bien, les resultaba mas difícil evadir “el toscazo” se corría el riesgo de lastimar a las vacas en la caída. Otro problema que ocasionaban era que algunas veces dejaban las vacas en campos vecinos o lo que es peor arriba de los árboles.

Escondiendo y cambiando de lugar las cosas logró despistar a las lauchas aliadas y de esta manera con un gran esfuerzo y con la ayuda de las gallinas ninjas, logró combatir a los malditos roedores. Pero este no era el final de su historia, ya que había combatido a los ratones , lo cual era su objetivo, pero aún no podía dominar a los chimangos, los cuales , después de acabar con las vacas , se estaban robando a los gatos y se había quedado también con un montón de gallinas ,que en lugar de poner huevos , querían dar ordenes.

La lluvia había cesado, por un pequeño ventiluz podía verse el amanecer, Sándia recién se había despertado y sin decir palabra salió a tomar aire, Fosforito hacia un largo rato que acomodaba su mochila y yo me disponía a escuchar el final de una historia tan fantástica y rara como el mismo personaje que la contaba.

Fue así como me hice amigo de los insectos dijo el viejo , ya casi sin aliento , quizás por la falta de costumbre de contar sus cuentos hasta el final , o porque se había tomado todo el contenido de la damajuana en la que guardaba su “pócima mágica”, ellos jamás me traicionarían, ellos no son ambiciosos, continuó diciendo y explicó como había organizado una invasión de hormigas a los nidos de los chimangos y como las moscas habían hecho enloquecer a las gallinas , que aunque eran muy fuertes , no sabían pensar, y no pudieron luchar contra rivales tan pequeños.

Culminó su historia diciendo que ese era el motivo de que hubiera, en el lugar, tantos insectos y tan pocos animales. Se desperezó, se cruzó de brazos y cerró los ojos. Ya había amanecido, el día se presentaba nublado y algo fresco, especial para seguir viajando. Me levanté, guardé en la mochila unas frutas que nos había regalado el viejo, la cargué sobre los hombros y me dirigí hacia la puerta, mis amigos me esperaban afuera, antes de salir miré Don Jaime, que dormía recostado sobre la mesa, y vi que no en vano había estado toda la noche despierto, una noche especial para descansar del viaje del día anterior y para prepararse para el día que comenzaba, sino que había echo feliz a un tipo con solo escucharlo.

Su rostro reflejaba una inmensa satisfacción, como si hubiese recibido ese regalo que tanto esperaba, como si hubiese concretado su sueño. Cerré la puerta y nos fuimos en busca de nuestra propia aventura. Seguiríamos el viaje con el mismo rumbo con el que empezamos !Desconocido!.

Texto agregado el 29-01-2009, y leído por 237 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
03-03-2009 muy bueno tu cuento, casi una fabula pero esta chida, me gsuto mucho ..... ilcontraddittorio
24-02-2009 Mucha imaginación. Aunque te cuento que yo conocí a un hombre así. De su mente ávida salían las mentiras más increíbles y él las hacía realidad. Saludos. avefenixazul
30-01-2009 Historias para contar junto al fuego.. Tu narración se lee con soltura e interés..Eso significa que al menos, a mi juicio,no sólo tu fantasía, tiene que ser buena. Schwarzerstern
 
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