Sumergida en el silencio, esperando que pase algo. Tiñendo las paredes de colores y mirando siempre sobre mis hombros. Porque en el silencio las palabras son sensaciones, los sonidos espasmos que se neutralizan con la expresión inerte de mi cara. Continúo ahogándome en las sensaciones de mi cuerpo, continuo desmenuzando el tiempo. Procuro vivir cada segundo del silencio, sentir sus minutos como eternas canciones mudas que me dejan inmovilizada. Y la vida sigue transcurriendo allá, allá donde la calma se transforma en agitación, y los pasos son cada vez mas acelerados hasta que la visión se va tornando nublada y de repente caes. Te desplomas en el piso y cerras los ojos para absorber la oscuridad y tratar de divisar sonidos, ruidos, algo que te rescate del pozo taciturno en el cual te encontras. Y si no los escuchas, los inventas, procuras abrir tu boca reseca y con mucha fuerza y poco aliento decir alguna palabra, o pronunciar alguna letra que te de seguridad, que sepas que conoces y que existe en la realidad. Todo para no sumergirte en el silencio agobiante que me arrastra a mi lejos de la orilla, donde cavamos día y noche arduamente para vos, aquel pozo del cual tanto luchas por salir. La desesperación te ilumina alimentándote con el aliento necesario para gritarme, gritarnos a los obreros de tu hueco que te rescatemos. Y muy adentro en el mar, donde el silencio termina por despedazarnos, nos rehusamos a escucharte. |