Cuando se da vuelta la cara.


El barbado hombre se acerca a su esposa y tiernamente acaricia con el dorso de la mano la mejilla de su desnutrido hijo, preguntando tras sus labios la impotencia.
-¿Por qué, mujer, el mundo hoy da vuelta la cara y permiten esta masacre?

Casi se diría que aún están frescos los muros que aprisionan la ciudad, sitiada por un poderoso ejército que la devora. La densa polvareda de escombros se va asentando entre los edificios, cubriendo con su velo el hedor a muerte que tanques y soldados esparcen por las calles, aunque el repiqueteo de alguna ametralladora diga que la resistencia aun respira. Ya no hay electricidad, el agua es casi inexistente, y los medicamentos se acabaron hace mucho. Se racionará el alimento hasta agotarlo, y todos saben que las enfermedades harán el resto.

Hundiéndose en la lejanía un rojo sol como una bola, tiñe lo alto de los edificios, mientras desde la profundidad de polvo de la calle emerge un exhausto niño vestido de mugre, que llega casi arrastrándose hasta los pies del hombre.

-Por favor ayúdeme, mi padre está desangrándose aprisionado entre los escombros. Dice que va a morir, y suplica por la Tora. Se lo imploro Rabí. Deme la Tora, por favor.

El pobre niño ignora que la han volado junto con la sinagoga, y que Dios y el mundo hoy les dan vuelta la cara en este gueto de Varsovia.