El general Cartaginés Aníbal había sido una pesadilla para Roma. Luego de sus victorias en el lago Trasimeno y en Cannas, irrefutables pruebas de su genio militar, nadie creía en la posibilidad de su derrota. Roma temblaba por su existencia.
Sin embargo, un augur se había puesto a estudiar atentamente el vuelo de un ave. Ella, lo emprendía en dirección al continente africano. El augur interpretaba que Aníbal, regresaría a su tierra natal ubicada en el actual territorio de Túnez.
Uno de sus comandantes, ante su inercia en avanzar sobre Roma, le había observado: “Sabes vencer Aníbal, pero no sabes aprovechar la victoria”. Un brillante estratega militar, que cedía ante las tentaciones de una vida licenciosa demostraba la dicotomía de la fortaleza y debilidad.
En Capua, esa ciudad que había sido famosa por sus fuentes y aguas termales regadas por conductos subterráneos con aguas provenientes de los ríos Volturno y Linterna y célebre por el comercio de sus perfumistas, pero que se había deslizado por el plano inclinado de la molicie y la degradación de las costumbres, Aníbal se entregaba a una vida disoluta.
Roma, sin embargo, no había olvidado las virtudes que caracterizaban a la República y que iban a encontrar su concreción en un general romano, Escipión Africano, el viejo. La ciudad que habían fundado Rómulo y Remo, era como el ave Fénix que resurgía de sus cenizas. Su oponente, al otro lado del mediterráneo, la gran urbe fundada por los fenicios en el año ochocientos antes de Cristo, simbolizaba el último baluarte del poder semita.
El augur, había estudiado atentamente el vuelo del ave que se había dirigido raudamente a la tierra africana y una vez llegada a ella se había posado en la zona aledaña a Cartago. Ante una incrédula multitud que no avizoraba esperanza en su victoria, el adivino decía su presagio: - Después de su resonante triunfo en Cannas, Aníbal sufrirá la humillación de la derrota ante los muros de su ciudad.
El vencedor en la batalla de Zama, iba a ser Escipion Africano, el Viejo, el primero de cuyos nombres significaba bastón ensortijado con sarmientos para castigar a los soldados romanos. Era la condensación de las virtudes republicanas y de su más excelso sentimiento religioso ya que pasaba horas orando en el templo consagrado a Júpiter Capitalino.
Aníbal, el derrotado en la batalla, a quien su padre Amílcar Barca había hecho jurar odio eterno a los romanos, había cumplido su promesa en la batalla de Cannas, ella fue escrita con sangre romana.
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