Isabella no tenía palabras para expresar la belleza que se manifestaba ante ella. Todo lo que atravesaba por su vista era de una majestuosa perfección que no podía evitar que sus lágrimas se resbalaran por su suave mejilla. Realmente estaba conmovida, como nunca antes lo había estado en su vida, pues todo lo que ella había visto hasta ese día eran cosas deprimentes. Admiraba tan encantada el paisaje, tan llena de jubilo, tan feliz que no podía creer que fuera verdad. Contempló cada detalle para nunca olvidarlos.
Todo lo que se alcanzaba a ver eran manchas color verde, de todos los tipos de verde imaginables que conformaban un enorme bello bosque. Las copas de los árboles sobresalían unas de otras, eran altísimas y se veía una vegetación muy abundante. Había toda clase de plantas, arbustos y árboles. Lo mas increíble de todo era que los árboles formaban hileras perfectas de cientos de ellos, esto hacia mas bella aun la escena.
Isabella no se pudo contener y cuando hubo terminado de apreciar emotivamente el lugar, corrió con todas las fuerzas que sus piernas le permitían.; Todavía no podía asimilar lo que estaba sucediendo, tenia que sentirlo por ella misma. Cuando llegó al comienzo del bosque se paró repentinamente impresionada. Sus lágrimas caían sin parar por su rostro, vió lo que ya había visto de lejos y lo admiró aun más. Caminó lentamente hacia uno de los primeros árboles y temblorosa alargó el brazo. Tocó lo que nunca mas volvería a tocar, pasó su mano por todo el tronco sintiendo cada parte con gran estupefacción, estaba maravillada con la sensación. Terminó de embelesarse con cada árbol que pudo tocar. Cuando volteó hacia arriba vió unas manchitas por todas partes que corrían por las ramas, eran manchitas cafés, rojas, y naranjas. Isabella no sabía que eran exactamente pues no las distinguía con total claridad pero aun así le dio tanta felicidad ver aquellas misteriosas manchitas correr por los árboles. Estuvo mucho tiempo explorando, tocando y observando cada cosa que en ese bosque se encontraba hasta que llegó hacia una especie de camino que muy curiosa siguió. Caminó unos pocos metros volteando a cada momento completamente extasiada, llegó a una orilla de algo que parecía un tipo de piso muy bonito y azul. Isabella pensó que se trataba de un piso muy extraño en forma circular pues tenia algunos defectos en su superficie, el piso tenía ondas. Isabella no tardó en percatarse de lo que en realidad era, no, no podía ser, era imposible pensaba ella. No pudo evitar temblar del susto y de la emoción, se sentía muy mareada y confundida al mismo tiempo, pues estaba viendo un milagro. Intentó calmarse y pensar, sabía que se hallaba frente a frente con la legendaria sustancia. Miraba deleitadamente y estiró el brazo, tal como lo había hecho antes. Aun no lo creía, iba a sentirla….
-Isabella!, Isabella!- Oía esa voz que se introducía por su mente y la visión del bello lago estaba desapareciendo. Nooo! No puede ser! El lago!- Isabella comenzó a gritar desesperadamente y a agitar su cuerpo, Pero cuando se dió cuenta ya había despertado de su magnífico sueño. Abrió sus ojos y trato de calmarse pues aun no quería olvidar el sueño.
-Isabella, ya es hora de levantarse, tienes que ir a visitar a tu abuela- le dijo su madre reprochándola.
Isabella la miró con cara de pocos amigos, enojada y frustrada le dijo que ya se iba a levantar y a arreglar. Su madre salió de la recamara molesta por el comportamiento de su hija, pero luego le preguntaría.
Isabella tardó en volver a la realidad, se encontraba acostada en su cama no en el bello bosque que acaba de presenciar. Todo había sido un sueño, un hermoso y frustrante sueño. Pero había sido tan real, tan bello, tan emotivo, había tocado la textura de la madera y había visto agua. Era algo tan increíble que ni ella misma se lo creía. Recordó lo soñado, cada detalle, cada árbol que tocó y la escena del lago. ¡Como había deseado presenciar una experiencia así anteriormente! ¡Era uno de sus mayores sueños! Y cuando lo estaba haciendo había sido interrumpida por su madre. ¡Que frustración! pensaba Isabella.
Isabella se levantó de mala gana, todavía cavilando en su sueño ¿Porqué no había tenido la oportunidad de tocar el líquido?
Cuando fue a desayunar su madre, preocupada, le preguntó la causa de su mal humor.
- Madre, soñé algo tan hermoso que ni me creerías, Y no te culpo pero me despertaste justo en la parte mas bonita- le dijo Isabella
- -¿Y se podría saber que soñaste, hija?- preguntó Regina, la madre de Isabella con expresión de curiosidad
- ¡Ay mamá! ¡Es que todavía no puedo creerlo! Soñé que estaba en medio de un bosque bellísimo y había árboles, mamá. ¡árboles!-exclamó Isabella emocionada.
- ¿Soñaste con un bosque?- le preguntó su madre sorprendida, su cara reflejaba una gran felicidad – ¡Qué maravilloso! ¿Y como era? ¿Qué mas viste?, Cuéntame más Isabella por favor, me muero por saber-
Regina estaba muy ansiosa por saberlo todo, Isabella le contó cada detalle tal como lo vió exactamente, lo contó todo con mucha alegría, ambas compartieron la emoción de imaginar el sueño y vivirlo. Isabella comió su “desayuno” junto con su madre. Abrió una de las cápsulas verdes y una roja asignados para ese día.
Y así fue como inició el día de Isabella, un día que jamás iba a olvidar, se moría por contarles a sus amigos su reciente sueño pero para eso tenía que esperar hasta el Lunes. Sabía que ellos se iban a impresionar y a morir de la envidia. Con ese fugaz pensamiento una pequeña sonrisa se asomó en su rostro pero ésta se borró cuando salió de su casa y vió su deplorable alrededor. Cada vez que lo veía su cabeza se llenaba de tristes pensamientos pues odiaba su mundo o más bien lo que quedaba de él. Isabella vivía en una ciudad artificial, la única que quedaba, que había resistido a la catástrofe del mundo viejo. Su ciudad que era llamada Atayelia estaba cubierta por una gigantesca protección de cristal líquido en forma de burbuja que protegía a los pocos habitantes del exterior. Atayelia había sido construida en el momento crisis de la catástrofe, gracias a varios científicos que sabían lo que iba a suceder en la Tierra. Sólo una millonésima parte de la población humana había sobrevivido y Atayelia se pobló por su descendencia.
La vida de los Atayelianos dependía de unos dispositivos mecánicos que generaban oxígeno artificial para 300 personas.aproximadamente. De esas 300 personas la mitad eran personas mayores y un 10% eran jóvenes 15 a 25 años. Y muchas de las personas mayores morían antes de los 70 años pues la salud en esos tiempos era muy deplorable. Ya no existía la comida de verdad pues todos los seres vivos se habían extinguido, plantas y animales. Se alimentaban de unas pequeñas cápsulas que contenían compuestos químicos sin embargo esto no era nada benéfico para el delicado organismo de la gente. Las enfermedades respiratorias abundaban entre los más viejos, pues realmente los pulmones requerían de oxígeno puro. Lo peor de todo era que en Atayelia no existían los niños pues ninguna pareja se había formado. Los gobernantes estaban atemorizados en pensar en el futuro de Atayelia.
Isabella se deprimía cada vez mas, estaba cansada de su vida, de su ciudad, de todo. Odiaba a la gente del viejo mundo por haberles dejado esa porquería de mundo, ese pobre lugar que se hacía llamar ciudad. Cuando caminaba por los caminos hechos de una imitación de concreto se lamentaba y no sólo ella era la única. La población entera consideraba a los humanos viejos unos cretinos insensatos por dejar que el mundo se pudriera.
Isabella había oído cosas tan extraordinarias del mundo viejo, las imaginaba y se entusiasmaba todo el tiempo, soñaba con ellas, escuchaba los relatos que a veces llegaban a resultar tan inverosímiles, pero aun así la gente se complacía escuchándolas. Decían que en el mundo viejo existían un tipo de criaturas llamadas animales, estas criaturas caminaban y se movían como los humanos pero no hablaban ni tenían la capacidad de pensar. Isabella estaba segura que en su sueño había visto un tipo de animal correr por los árboles, estaba decidida a preguntar a su abuela.
Todos sus conocimientos del mundo viejo los sabía por su escuela. Había una sola escuela para todos los jóvenes de Atayelia y ahí básicamente les enseñaban todas las ciencias que ya no existían del mundo viejo. Para Isabella no tenía ningún sentido conocerlas, cada vez se frustraba mas pues su admiración por el mundo viejo acrecentaba en cada clase.
Isabella llegó a casa de su abuela en los límites de su ciudad, siempre que llegaba lanzaba su mirada más allá de la muralla de vidrio. Alcanzaba a ver el pobre y vacío paisaje, literalmente no había nada sólo una especie de tierra negra sin árboles, sin plantas, sin vegetación, sólo nada. Ese vacío era infinito, nadie sabía exactamente cuanto sólo tenían pocas suposiciones pues era imposible poder vivir en el exterior.
Su abuela Amelia era la persona más vieja de la ciudad, tenía unos 85 años y era el ídolo de Isabella; pues la veía como una heroína, Amelia había sido una de las mejores científicas. Cuando era joven había contribuido a la creación del sistema de oxígeno y había inventado las cápsulas de alimentación. Por esas razones Isabella la quería mucho y la admiraba.
Su abuela la esperaba sentada en su cama, le dirigió una sonrisa a su linda nieta cuando entró a su recámara, Isabella se parecía mucho a su abuela Amelia. Amelia adoraba enormemente a su nieta, la complacía cada vez que le pedía algún relato del mundo viejo, comprendía a la perfección su indignación pero la consolaba diciendo que no todos los hombres fueron tan malos.
-¡Abuelita!, ¡Que gusto verte!- dijo Isabella alegremente. Su abuela la abrazó con una radiante sonrisa.
-Isabella, que bueno que hayas venido, te lo agradezco enormemente-
-¡Ay abuela!, ya sabes que me encanta venir a verte- le dijo Isabella
-¿Qué quieres hacer hoy? ¿Quieres que te relate una de las historias que te tengo preparada?- le preguntó su abuela muy emocionada
-Si, abuelita pero mejor cuéntame otra cosa, últimamente me he estado preguntando algo que no se muy bien, ¿Cuál fue el origen exacto de la catástrofe?-
Isabella tenía una expresión de profunda curiosidad, su abuela no quería decepcionarla, estaba consciente de que le tenía que decir cada preciso detalle, cada circunstancia aunque le iba a doler mucho lo que le contaría de la catástrofe. Abuela y nieta se acomodaron en la cama, listas para el relato. Isabella ya estaba tan acostumbrada que no le sorprendió que su abuela se callara unos minutos, esperó el comienzo.
Su abuela comenzó a hablar:
Isabella como bien sabes, la humanidad vivía en perfectas condiciones hace unas decenas de años, ya te he contado sobre eso. Existían las plantas que les proporcionaban oxígeno, no como éste, no se compara en nada, el oxígeno puro era tan exquisito, tan agradable que no hay palabras para describirlo. Cuando era muy niña solía jugar en mi jardín, he tratado de preservar para siempre esos divinos recuerdos. De verdad que no encuentro palabras para describir la sensación de las plantas, del aire que te pegaba en la cara, de la sensación de tocar agua.
Los animales eran unas criaturas muy encantadoras, en mi casa solíamos tener unos perros hermosos. Bueno como ya bien sabes en esos tiempos apenas comenzaba la crisis. A mi me habían dicho que los hombres eran unos seres desgraciados pues en los años anteriores sólo se había dedicado a destruir a naturaleza. Te impactaría saber la cantidad de bosques que eran talados diariamente, también cazaba animales muy exóticos, a veces por negocios o a veces por gusto.
Aparte de desgraciado, era necio, sabía muy bien que algunos animales se estaban extinguiendo y que el agua ya no iba a durar mucho pero aun así no le importó. La naturaleza le había advertido por medio de fenómenos. Casi a cada semana sucedían inundaciones, varios países desaparecieron totalmente de la faz de la Tierra, incluyendo gran parte de Europa. El clima empezó a cambiar, había calores infernales y fríos muy intensos. Y ahí empezó la verdadera crisis pero aun así el hombre no se preocupó para nada.
Tenía otras cosas de que preocuparse, pues esas eran épocas de muchas guerras, de enfermedades, de muertes. Surgió la Tercera Guerra Mundial, las principales potencias se peleaban por agua, había agua pero sólo la gente muy rica y privilegiada la podía tener pues su precio era muy exorbitante. Un litro costaba muchísimo dinero. Las enfermedades surgieron, muchas enfermedades a causa de la falta de higiene. La gente comenzó a morir en grandes proporciones, principalmente de sed. Pero en vez de preocuparse por encontrar una solución comenzaron a pelear entre ellos. Los almacenes de agua eran escondidos en lugares muy remotos de cada nación pero sólo las personas con influencias podían recurrir a ellas, nadie ayudaba a las personas que eran pobres, absolutamente nadie, morían miles diariamente y así fue como desapareció la parte mas pobre de habitantes.
De verdad esos eran tiempos horribles, mi familia logró sobrevivir por mis abuelos que habían sido gobernantes de mi país pero de no ser así yo hubiera muerto al igual que otros. Cuando ya no quedaba mas agua y la gente estaba demasiado desesperada, fue cuando el hombre se dió cuenta de su gran error.
Las personas empezaron a lamentarse día tras día pero ya era demasiado tarde, ya no quedaba nada más que hacer, sólo esperar la hora de su muerte, estaban conscientes de que ellos tenían la culpa de todo. Recordaban con gran culpa y remordimiento como se dedicaron a desperdiciar el agua cuando la había, no hicieron caso de las advertencias, de las organizaciones, de las campañas, de los gobiernos. No creían que semejante cosa fuera a suceder y así la gastó más y más.
Hasta que la mas grande potencia de ese entonces desarrolló una solución y ahí fue donde yo me involucré. Descubrimos una fórmula tras mucho tiempo de esfuerzo y dedicación y efectuamos la sustancia que es la que actualmente tomamos aquí. Pero cuando se supo que no iban a sobrevivir con esas sustancias porque ya no quedaba mucho oxígeno hubo muchos conflictos, pero no era necesario realizar alguna especie de solución pues ya quedaban muy pocos habitantes. Éramos unos 2000 y así se decidió que se crearía una ciudad artificial en medio de la nada. De esa manera surgió Atayelia pero como podrás ver, nuestro sistema no es muy efectivo y la gente más vieja muere tarde o temprano.
Amelia terminó de hablar, Isabella estaba callada, no terminaba de analizar lo que había oído, así que esa era la verdadera causa, ahora estaba más enojada que nunca. No sabia a que grado el hombre había destruido su medio ambiente. Amelia no sabía que decir, sabía que su nieta estaba en medio de una reflexión muy personal y por ello le dijo que si quería podía volver a su casa.
-Isabella, ya sabía como lo tomarías, mira se que estás pensando y tal vez tengas razón, será mejor que regreses a tu casa- le dijo su abuela preocupada.
Isabella no sabía que decirle así que terminó por obedecerla, se despidió y tomó el camino hacia su casa. Muchos pensamientos cruzaban por su mente, la mayoría eran pensamientos de enojo, de coraje. Ya no lo aguantaba, estaba harta de comer siempre las mismas sustancias con el sabor repugnante que odiaba tanto. Harta de ver el exterior tan miserable y deprimente, harta de ilusionarse siempre con las cosas que oía y terminar admitiendo que nunca las conocería en verdad. Harta de su vida, de su mundo, de todo. Su cara estaba repleta de lágrimas, pero no eran las mismas lágrimas de tristeza sino de odio. Odiaba tanto a los hombres del mundo viejo, nunca había sentido tanto odio en su vida. ¿Por qué les habían dejado ese mundo? ¿Por qué les había valido que el agua se acabara? ¿Por qué? No podía creer que existieran personas así, tan malas, tan inconscientes, tan desgraciadas. Isabella maldecía en su mente y lloraba sin parar, trató de no pensar en su sueño porque sabía que nunca más lo volvería a tener. De eso estaba segura, miró los límites de Atayelia y deseó con todas sus fuerzas que no fuese así, Trató de imaginar por un momento que un manto verde precioso remplazaba ese horrendo y triste color negro. Pudo imaginar los árboles tal como los había soñado, las plantas. Incluso vió como unos animalitos corrían por las copas. Era como en su sueño. Se percató de que estaba imaginando todo y corrió hacia su casa. Cuando llegó no había nadie en su casa, fue directo a su recámara y se desplomó llorando en su cama. Lloró hasta quedarse sin lágrimas, maldijo en voz alta al ser humano, lo maldijo con todas las formas posibles. Tanto coraje desahogado la dejó exhausta. No supo en que momento se quedó dormida.
Isabella estaba parada en el mismo bosque bello de su sueño de la mañana, no podía creerlo. Sentía como el oxígeno entraba por sus pulmones, era una sensación maravillosa. Ya no sentía coraje alguno pues una paz inmensa la invadió, estaba consciente de que estaba soñando pero no le importó, podía sentirlo muy real. Su corazón se llenó de alegría al ver los animalitos correr, recordó el lago y corrió hacia él. Víó el agua, no supo como pero le pareció la sustancia mas hermosa que había visto en su vida, tan limpia, tan cristalina. La tocó sin dudar, hundió su cabeza,y la bebió con goce y desesperación. Aquél líquido bajó por su garganta por primera vez, una tremenda sensación de frescura recorrió cada parte de su cuerpo. En ese momento era la persona mas privilegiada del “mundo”. Ahora sentía una felicidad enorme.
Sabía que iba a despertar en algún momento pero no pensó en ello, disfrutó al máximo del precioso bosque, aspiró el oxígeno hasta que sus pulmones se llenaron de él, corrió por todos los lados riéndose a carcajadas, eran risas de eterna felicidad. Ya no sentía odio más bien lástima por la raza humana. ¡Que lastima sentía, Que lastima le daban los humanos! Habían sido unos estúpidos al no valorar esa belleza, al no protegerla y al no cuidarla. Pero bueno pagaron las consecuencias. Poco a poco terminaron casi extintos, el planeta les había devuelto la misma acción. Y al fin y al cabo se arrepintieron profundamente, muy tarde pero lo hicieron. Ahora Isabella sacaría todo odio guardado, ya no tendría la misma actitud pues había vivido lo que realmente quería y no sabía como agradecerlo. Con eso estaba más que satisfecha.
|