Otro más del baúl de los olvidados...
Este invierno había sido distinto a los otros, el calentamiento global o un raro caso climático había hecho de este año un horno, el invierno se confundía con el verano... drásticamente unos frentes fríos trajeron al inicio del siguiente año lo que se esperaba con gran anhelo, la oportunidad de sacar los abrigos y la alegría que provoca sentir el frío pasar por la nariz.
Una mañana, una inesperada ráfaga de viento golpeo mi ventana e hizo que me despertará; el sol apenas se asomaba tímidamente entre los edificios, luz plomiza comenzaba a llenar la ciudad y el viento arrancaba de algunos árboles hojas amarillas que volaban dando vueltas y atrayendo otras a su fiesta aérea.
Tomé una chamarra y bajé por mi dosis de cafeína, necesaria para abrir mis párpados completamente, di algunos sorbos asustadizos y salí a contemplar el movimiento matutino que hay en mi cuadra; por un lado, una señora armada con su mandil y escoba producía un sonido rítmico que se completó con el ladrido de un perro atrapado tras los barrotes de otra casa.
Después de ver la carencia de flora en mi jardín y macetas, me sorprendió descubrir que del rosal tímidamente emergía un pequeño botón, mostraba tanta vida y frescura que provocó en mi un afecto inmediato.
Desde esa mañana puntual asistía a visitar el jardín, para encontrarme con el progreso que tenía esta rosa. La regaba con lágrimas de su recuerdo y la abonaba con pláticas que incluían a esa persona, su nombre y sus provocaciones.
Lentamente iba aumentando su tamaño y veía que salía de su refugio, de cierta forma me hizo pensar que seres inconscientes derriban más adversidades que nosotros atados a nuestros complejos.
Una mañana, con la taza de café en mi mano, me dirigía puntual para conversar con el botón, ya tenía nombre. Grande fue mi sorpresa al verla completamente abierta, era tan hermosa; el rocío de la mañana había adornado cada pétalo y hoja y la luz que irradiaba el sol daba brillos intermitentes por entre las gotas. La admiré algunos instantes, antes que mis ojos se nublaran por las lágrimas que comenzaban a aglutinarse, su color era un rojo encendido, equiparable al carmín profundo de sus labios.
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En un ataque de furia incomprensible corrí hacía la planta, ni siquiera escuché cuándo la taza se rompió contra el suelo, la tomé entre mis manos y la arranqué de su aposento de un sólo movimiento; sus espinas rasgaron la palma de mi mano... dejé fluir libremente la sangre mientras descanzaba en una banca para que se calmara mi respiración agitada y veía el escurrimiento de este fluido, gotas que se confundían con las lágrimas que rodaban por nariz y mejillas y caían al suelo. El tallo de la rosa también fue pintado de rojo goteante ¿Por qué estaba ahí su imagen? ¡¿Por qué esa rosa que cuidé con esmero tenía que ser un reflejo de su hermosura?!
Cuando creí que estaba más tranquila, mire de nuevo la rosa y seguía ahí su imagen, empuñé los dedos que la amarraban provocando la caída de más líquido vital. Con la otra mano le arranqué un pétalo profanando su belleza original, lo dejé caer al suelo y cayó en el centro del manto líquido rojo. Unos instantes después, con sorpresa vi que el color original de ese pétalo había sido sustituido con un negro profundo... mientras estaba absorta viendo tal suceso, vi que alrededor caían más pétalos negros, una lluvia de estos, volteé la mirada hacia la flor y con la piel erizada descubrí que ya estaba completamente marchita y secas... los pétalos seguían cayendo del cielo a mi alrededor.
Y ahí me quedé, gritando su nombre, con las manos ya en el suelo, entre sangre y pedazos de rosa sin vida... con sueños rotos que eran adornados por lágrimas; el viento reinó de nuevo arrastrando para su bagaje con algunos de los pétalos que descanzaban ya en el suelo o se llevaba los que todavía caían... no me di cuenta del paso del tiempo, la luna ya estaba sobre mi cabeza, las estrellas daban luz a aquella escena... y así seguí en el túnel de esa noche, inmóvil, con la boca y garganta seca, con la mirada perdida y el corazón con latidos intermitentes, con un par de palabras resonantes en mi pensamiento TE EXTRAÑO.
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