Ayer en televisión los chilenos vimos una escena, como dicen algunos medios de prensa, delirante. Sorprendido me vi ante un señor de varios años, vestido de obrero, levantando una pancarta en protesta contra la corrupción de los políticos. Estaba esperando a un ex sub secretario acusado de desviar dineros públicos para campañas políticas.
Todo terminó con el manifestante solitario dándole con la pancarta en la cabeza al ex sub secretario, que ya le había lanzado puñados de monedas que llevaba para la ocasión. Este señor es ya famoso por asediar a los políticos que se pasean por los tribunales rindiendo cuentas de sus argucias con el dinero de los todos.
No me quedo con la violencia, sino con ese hombre representante de todos los cesantes y pobres de Chile que están esperando que se haga justicia. No sólo porque es en sí justo, sino, porque esperamos que detrás de las cortinas de la justicia de hoy, se aparezcan las luces de una justicia abierta, susceptible de errores, pero a la vista de todos.
Tenemos en Chile, una reforma que está en casi todo el país, excepto en Santiago, se ha demorado pero está a días de ponerse frente a todos y decirnos, “así soy”, “así juzgo”, “así me equivoco”, “así triunfo”.
No es menor, porque día tras día se han descubierto los sobornos, las miradas para el lado evitando ver lo que pasa. Ahora, en Santiago, donde están los poderosos, la justicia vendrá vestida de nosotros, vendrá vestida y con voz de obrero a apalear a los corruptos, a los ladrones, a los asesinos, a los traficantes de vidas, de cuerpos, de evasiones químicas.
Ya ha pasado un tiempo, sin embargo ese obrero, de alguna manera, representaba a quienes en España mostraron que el miedo no los vencería, a aquellos que faltan en Chile. Somos cobardes, yo me quedo tras el televisor gritando de rabia ante tanto abuso, en vez de pararme frente a los abusadores y decirles, “ya no más”.
Eso sí, agregaría a esa protesta, la propuesta. Eso.
Falta a mi juicio, la capacidad de sentarse a mirar a un lado donde las cosas y las acciones repudiadas tienen un contrapeso en forma de una propuesta que señale un camino, sin siquiera ser el mejor, ni siquiera el correcto, sino, simplemente, y nada menos, que un camino posible para mostrar que estamos en pos de algo distinto.
Eso distinto que viene de nuestras tradiciones y de lo nuevo que nos trae la época, eso distinto que en realidad me parece que es lo que queremos cambiar para mantener un tesoro de identidad, de valores que alguna vez, al menos yo tengo la sensación, tuvimos para construir el país que tenemos, el continente que amamos.
Se acaba aquí mi pregunta, esto es en sí, una gran pregunta, a la que las respuestas pueden llegar, pero estoy decidido, y aquí lo declaro, a participar, a ser protagonista y dejar de ser alguien a quien le acontece la vida que vive, al menos en esto, de la democracia que tenemos
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