Señor, usted
Señor, usted
caminó todo un sendero,
un día,
a pasos ligeros
que lo alejaron de mí.
Y hoy, señor,
que no lo quiero,
hoy que mi vida es primero
regresa usted,
caballero,
¡nada espere ya de mí!
Señor, usted,
un hidalgo solitario
es para mí innecesario
¡nada hace por aquí!
Retome, pues,
su camino, sus andanzas,
retome usted la distancia
que un buen día decidió.
Le suplico que se lleve
de regreso a su mochila
las caricias y mentiras
que un mal día me ofreció.
Señor, usted,
siéntase libre de irse
y no tema despedirse,
que eso siempre lo esperé.
Por mí no tema:
mi alma, libre y vigorosa,
se repuso y ahora goza
de una perfecta templanza,
y no alberga esperanzas
de contar con su persona,
es libre y ya no llora,
es alegre y retozona
y está llena de virtud;
como ve usted
ya no me agobian las penas,
su amor ya no me envenena.
Siga adelante
¡y salud!
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