Cuando Internet comenzó a ser algo cotidiano en España, encontré una viñeta muy graciosa en una revista que suelo comprar de vez en cuando. La viñeta era a página completa, se mostraba un edificio de apartamentos donde se podía ver el interior de cada vivienda. Todos los vecinos estaban frente a su ordenador haciendo diferentes cosas. Unos chateaban y conocían gente nueva, otros pasaban el tiempo jugando on-line, había uno que trabajaba desde casa, otro hacía compras por internet... pero uno de ellos se decía: "Esto de Internet está muy bien. Pero es una pena que se vaya tanto la luz (eléctrica)."

¿Qué haríamos sin luz? En muchas casas no podrían ni freírse un huevo. Nuestro nivel de vida cada vez depende menos de nosotros y más de las compañías a las que contratamos servicios: el agua, la electricidad, el teléfono, el gas, internet...

Sólo hay que ver lo que ha pasado en Europa con el tema del gas ruso. Un puñado de personas deciden cerrar el grifo y media Europa pasa frío, hambre y penalidades. ¿Por qué se lo hemos puesto tan fácil? Porque nos engañaron.

Nos engañaron desde el principio. Te ofrecen un producto barato que mejora tu nivel de vida, lo disfrutas hasta que llegas a pensar que no podrías vivir sin él. Lo van subiendo de precio, por esto y por lo otro, pero tú no cancelas el contrato con ellos, lo "necesitas" para vivir. Hasta que te cierran el grifo para joderte la vida.

Por ejemplo, sobre los teléfonos móviles. ¿Qué porcentaje real de gente le sacará provecho a la tecnólogía 3G de los teléfonos móviles? Creo que bastante pocos la necesitaban realmente. Pero ahí está, ya la tenemos todos. ¿Para qué? Pues para gastar dinero: mensajes multimedia, politonos, videojuegos, música, videollamadas, salvapantallas... elementos imprescindibles para la supervivencia de la especie humana. Eso sí, si falla la cobertura 3G no puedes hacer ni una maldita llamada. Es genial.

Creo que estamos llegando al final de un ciclo. El fin del progreso a toda costa y a cualquier precio. El fin de la producción (y especulación) desenfrenada y del consumismo irracional.

No pretendo ser alarmista, sólo quiero sembrar dudas, que recapacitemos y pensemos en cómo encontrar el camino de la sostenibilidad. Debemos ser conscientes de que las cosas van a cambiar, y que no siempre cambian para bien. Estad preparados.