En realidad nada es tan cierto como la duda que emerge desde adentro, todo lo demás es la sucia fachada con que se maquilla la cara.
Nada es seguro y menos aun cuando la niebla alimenta la lombriz del vicio y un deprimente espectáculo se presencia al ser dominado por el sudor barato, por fragancias extranjeras que malgastan la nariz.
La pantomima reemplaza la bobada natural y entre tantas excusas flojas las cuerdas bucales se revientan y el silencio sepulcral despierta; se instala en la esquina de siempre a mirar para arriba, a tomar café.
Es inútil intentar ser inteligente pues con tantas frases celebres roídas la mejor trinchera es el titulo de despistado dominical, de tonto. Que divertido resulta todo, los pasos vienen y van, los sonidos chocan y estallan manchando el remendado instante; hasta la espera enferma y anda en muletas para no desencajar con la decoración habitual.
Sobran las razones tiernas y quizás verdaderas para querer estar y escuchar lo repetido, pero la tontería no se rinde, al igual que las carcajadas encerradas en alguna parte, porque ya gran parte se olvido.
Resta eso si afirmar que todo es maravilloso, las ampollas son tan solo por capricho y ni que decir de los golpes, son tan solo para colorear la piel; nada es lo que parece y lo que parece no es por que hace mucho tiempo dejo de ser.
Pero por todo lo que queda un muy sentido ALELUYA. La pendejada es ajena, aquí no hay que mirar.