En la sala de espera para viajar a Huancayo nos encontrábamos ya un gran número de viajeros, algunos de pie, otros sentados al lado de sus maletas, luego dieron la voz de subir al ómnibus que al llenarse le dieron la orden de salida, al contacto eléctrico se percibió el traquido del motor, y empezó su desplazamiento a la vera de la calzada, recostado en un poste de alumbrado público un borrachín con voz estentórea grita "viva el Apra", un cholo emolientero como una ornamentación en una esquina empieza su trabajo matutino.
El azul del alba diafaniza el aire ralo de esta mañana Limeña, alegría que trina, las llantas orillan el asfalto por la carretera central, al avanzar el vehículo y mostrar la gran cantidad de construcciones y como van desapareciendo los campos, en el asiento del costado mío un anciano de unos 75 años, empezó a hablarme con esa simpleza en la inflexión de la voz, indicándome estamos por llegar a Chaclacayo, y me dijo que había sido agente viajero de una casa importadora muy importante, y empezó a llevar la voz cantante, su índice sabio, señalaba, anotaba, subrayaba, su charla iba sazonando el viaje, era un apasionado del Perú, de su historia y personajes, como don Fermín Tanguis, que con su algodón de 25 centímetros de fibra, salvo la industria algodonera, viejo luchador de la agricultura nacional; luego 3 pasajeros pidieron bajar en Chosica, y así lo hicieron por el parque Echenique.
La sierra es misteriosa, solemne, y emana un mensaje impenetrable, profundo, su atormentada geología, horada la profunda oscuridad de sus abismos; en esa breve meseta en que se asienta mi bello pueblo Matucana, contemplo sus callecitas holografiadas de mi niñez primorosa, bajo la luz expandida, en ambos bandos de su quebrada, se ven pueblitos asomándose al vacio, a mirarse sus caritas sucias en las aguas del rio hablador, el chofer hace una pascana para desayunar, en las mesas humeaba junto a los tamalitos y los panes cachitos, las rebosantes tazas de café con leche, y en los platillos los camotes fritos, y el sabroso queso Matucanino.
El transporte interprovincial empezó nuevamente a ascender, cogiéndose de la cinta negra del camino, pasamos San Mateo, y el anciano me dijo, en Cerro de Pasco nació Daniel Alcides Carrión, mártir heroico, se inoculo la verruga y continuo dictando la sintomatología del morbo hasta su agonía; el otro sabio es el doctor Alberto Barton, descubridor de la Bartonela, llamada en su honor, así es hijo esta tierra Peruana produjo grandes hombres, solo que no se les reconoce ni se les alienta, también se cuenta la historia truculenta de Rose Arce o Rosuarse, un emulo de Luis Pardo, un bandolero legendario de ascendencia Francesa que fue el pavor en estos parajes, saqueaba los cargueros que portaban las barras de plata, que salían de Cerro de Pasco, al clásico grito de la plata o la vida, dicen que lo mato el indio rojo, por cuestiones de reparto, en algún punto de rio seco se encuentra su tesoro escondido.
El charabán avanza y se ve el rio Mantaro, pronto estaremos en Huancayo, y pienso en la mala suerte de este pueblo, al tener tan malos congresistas, como lo fue Tapia Samaniego que estuvo como padre de la patria y fue en su oficina del edificio de la Conaco, donde se hizo la filmación de la denuncia sobre la corrupción en el Banco Central de Reserva, lo único que hizo este Parlamentario fue despedir a su asesor Ricardo Torres, pocos pusilánimes conocen su propio temor, el temor los priva de oír, es un mal consejero, propio de los que hacen daño es temblar, ante cada noticia, cada insinuación, la verdad siempre se abrirá paso y temblaran los corruptos, y algún día este gran país dejara de ser el patio trasero de un gallinero.
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