Abruptamente abrio mi puerta,
cuando ya adios nos dijimos,
y en mi soledad acompañada,
escondo tus cartas sin destino.

Me reprochas haber pecado,
con los ojos solo en ti puestos,
¡cuanta ingratitud son tus celos!,
¡cuantas heridas en el alma!

Y partes en tu revancha,
de niño desamparado y bueno,
cuando el dolor es mio,
y lo tuyo solo historias como cuentos.

Tus celos imposibles, tu amor perdido,
mas me quema en el pecho,
porque lo mio, porque lo mio,
es amor puro y sincero!

MARIA1