Alo, NO impacientes...
Era una hermosa isla,rodeada del mar de la felicidad...En la radio, el único medio que sobrevivía,comenzó el programa dominical. Es bueno aclarar que los días de la semana habían sido rebautizados, para no tener ninguna semejanza con el imperio y ahora el domingo realmente se llamaba martes. El comandante empezó a tratar de dar una solución a una gran variedad de problemas, desde la gallina que ya no ponía huevos porque sufría de mal de alturas, ya que vivía en un gallinero vertical, hasta la cura para la impotencia, la extracción de parásitos y lombrices, la cura de diarreas, del hipo, el mal de san Vito, incluido incluso, el mal de ojo...Después de ciento cuarenta y tres años, cuatro meses y quince días, las madres habían descubierto que más efecto producía amenazar a los infantes con ponerlos a escuchar el programa, si no se tomaban la sopa, hacían la tarea o dejaban la mala crianza,que cualquier otro castigo o penitencia.
Ya había contado tantas veces las mismas historias, que los ancianos jubilados sentados en las bancas de los parques, habian tomado la costumbre en el bochorno de las tardes, de colocarles números y en vez de jugar al bingo, lo habían cambiado por adivinar los números del próximo cuento a referir. Con el paso de los lustros y con los laberintos en que muchas veces se pierde la memoria, los cuentos se fueron entrecruzando unos con otros, así como los personajes, de tal manera que las primas llegaron a ser abuelas, las tias hermanas y las abuelas sobrinas.
El secretario de Estado, en un momento de máxima y suprema inspiración, a falta de público, se le ocurrió colocar un auditorio de perritos de juguetes, que en cada pausa, movían la cabeza de arriba abajo en señal de consentimiento, para evitar las pataletas de mal humor del prócer. Ya el proceso había sido tantas veces rebautizado que estabamos en la "Trigésima segunda República"...
Caracas,Febrero 15 De 2009. |