El hospital duerme, nadie tiene planeado al momento molestar. Los pisos descansan de los pasos agitados, las paredes de los gritos y llantos. Lo podemos ver sentado a Martín en una sala desierta, joven pediatra a cargo de otros pediatras y de más de cuarenta niños internados.
Pero... ¿Por qué no puede dormir cuando el resto de la gente lo hace?. Lo intentó inutilmente, ya es tarde para dormir, le duele la cabeza y corazón volvió con sus latidos a destiempo. Debe dejar el cigarrillo y el café, ya se lo dijo su cardiólogo, pero burlándose de ello se preparó una buena dosis de ambos.
In bebe llora, ensuciando el silencio. Un gato grita. El frío intimida.
Busca un punto de partida. ¿Cómo llegó hasta este lugar? ¿Quién le regaló este insomnio? ¿Quién le enseño esta manera tan patética de vivir?. Siente sueño, le entusiasma la idea de dormir. Pero ahora está en otro barco, recordando...
El estruendo de una ambulancia, pasos apresurados subiendo las escaleras y gritos desesperados de fondo. Una enfermera ingresa a la sala y dice exasperada:
- Necesitan un residente. ¡Un paro!
Inmediatamente bajan ambos y aparece la imagen habitual, sobre la camilla un cuerpo pequeño, pálido y helado. Toma la dirección de la situación, imparte indicaciones, manda a llamar a otros médicos, mientras aprieta el pecho del bebe y lo obliga a respirar. 5, 10, 15 minutos... La muerte se enamoró de aquella criatura.
- Alguien que le avise a la madre que el paciente esta en paro... ¿Cuanto tiempo llevamos?... ¡Más adrenalina!, pasale un centímetro... ¿Donde está el medico de terapia intensiva? -Pregunta a cada uno Martín sintiendo el avance de las piaras. Detiene todo el procedimiento y ausculta el pecho, el corazón late tímido.
- Tenemos frecuencia doctor, 120 -Informa alguien.
- Que preparen una unidad en terapia, vamos a subir. ¡Seguí bolseando! -Ordena a una médica más joven que él asustada y sudorosa. Alguien sale de la sala de emergencias.
A los diez segundos de estas palabras el monitor muestra nuebamente la linea plana.
- ¡Vamos de vuelta!. Veinte minutos... Pasemos bicarbonato y adrenalina... ¿Está bien esa vía? ¿Esta pasando la medicación?.
Baja el médico de terapia, le dice lo realizado al momento y se hace a un lado para tomar un rol secundario en la secuencia a proseguir. 30, 40, 45 minutos, la muerte bailaba y los manoseaba, triunfal con su sonrisa pútrida.
- Basta... -Dijo el terapista ahora a cargo. Todos se quedaron quietos, como resistienndo en silencio la directiva, aunque detuvieron el procefimiento.
Martín sale dejando el cuerpito ahora vacío a merced de las enfermeras para que lo dejen "presentable" para sus padres. Los encuentra la puerta, lo miran con esperanzas y lágrimas, espran recibir cualquier otras palabras que las que van a recibir... (No puede ser real).
- Su bebe falleció papás, luego de casi una hora de reanimación sin resultado. Lo siento mucho...
- Explotan en un llanto desesperado y gritan:
- NO doctor... ¿Por qué? ¡No! ¡No!.
El padre abraza a su mujer tartando de mantenerse erguido pero con los ojos húmedos. Los mira, tendrán su edad aproximadamente. Posa una mano en el hombre del hombre y lo aprieta. Quiere abrazarlos y llorar con ellos... Pero es el médico. Quiere decirles que todo esto le duele, que hicieron todo lo posible, que lo perdonen... Pero solo atina a decir:
- Cualquier cosa que necesiten me buscan el el primer piso. Mi apellido es Berger... Lo siento mucho.
Ya en su sala, solitario, prende otro cigarrillo. Empezó a amanecer y hace más frío. Siente todo el peso de la muerte en su piel, aplastándolo. En unas horas el hospital va a despertar y todo seguirá igual.
Esa tarde al salir de allí la va a llamar e invitar un café. La extraña y acaba de descubrir que cada vez le cuesta más la vida elegida, solo. El resultado es el mismo, cada partida un golpe debilitante, certero, feroz. Le aterra la idea de volver a la soledad de su casa, poblada de fantasmas voraces y fotos lejanas, como su felicidad.
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