A las once y media de la noche de uno de los tantos catorce de mayo que se han sucedido a lo largo de la historia se oyó un llanto, era un llanto dulce pero decidido.
Todos los que se ponían frente al cristal para contemplar el nuevo cuerpecito que acababa de nacer, pensaban lo mismo, que tenía algo familiar en el rostro, algo…algo que formaba parte de su cotidianidad pese a no ser alcanzable. El caso es que tras mucho pensar todos coincidieron en que lo que ocurría es que la niña tenía carita de luna. Nadie dudaba al respecto y, de este modo, fue como comenzaron a llamarla la niña con carita de luna.
Era una niña muy peculiar con un rostro dulce, soñador, en cierto modo pillo, lleno de vida. Esa niña había nacido para hacer grandes cosas y esto pronto se demostraría.
Una noche mientras la familia cenaba en el salón de casa y la niñita volaba mentalmente, se escucharon unos golpecitos en la puerta del balcón. Los padres se miraron extrañados “adelante” dijeron, “seas lo que seas”. Todas las cosas que sobre la mesa estaban, salieron disparadas cuando todos, excepto la niñita, salieron corriendo del susto.
“Hola, buenas noches, supongo que me conocerán…soy la luna; disculpen mi intromisión pero llevo unos años esperando y ya ha llegado el momento de que hable con ustedes” dijo la blanca luna. “Emmm… ¿dice usted que tiene que hablar con nosotros? Bien, si podemos serle útil de algún modo, háganoslo saber”.
“verá” prosiguió la señora de la noche “tengo ya muchos años, tantos que olvidé el número; el caso es que los años me pesan, se me hace larga la noche y sueño con que mi hermano el sol llegue cuanto antes. Sin embargo, hay alguien que puede ayudarme a hacer más llevadera esta labor, lo supe desde que nació”. Los padres asentían hipnotizados por la suave cadencia de sus palabras.
“Ustedes tuvieron la suerte de engendrar a una niña con carita de luna, éste es un hecho insólito, sólo se ha dado en otro caso; como bien saben, su hija es capaz de alumbrar con su lindo rostro todo y a todos, de acompañar al solitario en sus noches de soledad y de alumbrar el camino de los desamparados, así pues, les pido que le dejen sustituirme por las noches, al menos durante un tiempito mientras me recupero un poco de mis dolencias”.
De esta manera, la niñita con cara de luna pasó a ocupar el lugar de la luna, a alumbrar las horas vacías de quienes buscaban su compañía, cuando alguien estaba muy triste se llenaba para que, viéndola mejor, esa persona se sintiera menos sola y cuando el mundo seguía su desorganizado orden, menguaba para que la gente jugara entre las sombras a mil y un juegos.
Para mi clon con muuuuuucho cariño. Un beso.
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