Parecían horas. Cada Segundo era una eternidad y te esperaba afuera. Mis manos sudaban, mi mente volaba y mis labios despedían palabras sin sentido.
Te veía hablar muy entretenida con tus amigas y sentía tu mirada clavada en mi espalda cuando daba la vuelta. ¡Creo que nunca va a salir de allí!, dije, y continuaba esperándote afuera.
Desviaste el camino y tomaste otra ruta, eso lo vi mientras te esperaba afuera; que tratabas de evitar cruzarte conmigo como en otras ocasiones, mientras yo observaba cuidadosamente tus movimientos; cada risa, cada paso, cada gesto.
¿Qué crees? ¿Qué no me doy cuenta? Claro que te veo, y mucho mas ahora que te espero afuera. Observando de lejos aquella mirada inquieta y al mismo tiempo tranquila. Aquella que me emboscó un día y me tiene atado hasta ahora incluso cuando no te tengo cerca, cuando te miro en la lejanía, separados por una enorme pared de cristal transparente, sonriendo.
Tu sonrisa me empapa y al mismo tiempo me quema. Me desconcentra y me tranquiliza. No puedo dejar de mirar tu núbil rostro resplandeciente de hermosura y ternura… me acerco y me alejo de inmediato, para esperarte desde afuera.
Me pongo en marcha y ya no te espero afuera. Traspaso la pared y me acerco a ti. Me quedo mirándote a los ojos, bellos ojos, y me quedo hipnotizado por un segundo, cuando me despierta la curiosidad por saber qué me estás diciendo.
Y te escucho… te presto la atención que merece una princesa como tú, al hablarle una multitud que espera ansiosa una orden.
Luego te vas tan rápido; desapareces entre la distancia. Ya estamos los dos afuera, ansío volver a esperarte, en aquél sitio dónde antes te esperé…
… Afuera! |