Contemplo absorto frente al espejo a la máquina biológica que me envuelve, en un intento por pensar que soy más que millones de células apiladas una encima de otra, que dentro de mi cuerpo existe una esencia, un alma, algo que me haga diferente de las otras creaciones de la naturaleza, una hoja, un perro, un copo de nieve.
Mi intento por sentirme superior a la mera biología fracasa por completo. En efecto, soy un conjunto de células apiladas una encima de otra, soy meramente una máquina biológica, y mi intento por crearme un alma es tan absurdo como mi intento por crear un Dios que me guíe en mis pasos.
Soy sólo un conjunto de reacciones químicas en mi cerebro, las cuales interactúan con el medio y generan sustancias con nombres tan extraños que ni siquiera puedo pronunciar y que me hacen respirar, comer, amar.
Soy una sustancia que excita una de mis neuronas y controla el flujo de ideas para que yo escriba este cuento, que no es siquiera un cuento, que soy yo, que no es nada o a lo mejor es todo.
Y mientras “Across the Universe” suena a todo volumen en mi cabeza, observo los rayos de sol que entran por la ventana y encuentro la respuesta. ¿Que soy, quién soy?.
Soy un cuento.
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