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Llegó el verano, y Lucas regresó a casa de sus padres tras estar la mayor parte del año estudiando en la capital. Los padres de Lucas vivían en una finca en las montañas con olivares, almendros y un pequeño huerto. Además, criaban algunos animales para consumo propio: gallinas para tener huevos, cabras para tener leche, pollos para tener carne y algún cerdo que otro con el que rellenar la despensa y el congelador de embutidos, carne y huesos para hacer caldo. También tenían una burra retozona y un mulo fuerte a los que, algunas veces, enganchaban el arado para sembrar el huerto o abrir surcos de riego para los olivos. Manuel, el padre de Lucas, trabajaba en la construcción, pero siempre había vivido en el campo y disfrutaba de aquella vida. A Manuel no le gustaba el sabor de los huevos de granja, criados con pienso, o la leche aguada de vaca de los tetrabriks que vendían en el supermercado. Incluso la carne no le parecía carne. No podía comprender que un trozo de carne a la brasa fuera capaz de apagar el fuego en lugar de avivarlo.

Aquel verano, Manuel le dijo a Lucas:

- Estoy pensando en vender la burra y el mulo.
- ¿Y eso?
- Pues porque ya casi no sembramos nada. Los animales dan mucho trabajo y producen muy poco. Ya no están acostumbrados a trabajar, sabes lo que me cuesta uncirles el arado y lo pronto que se cansan. Al final, todos los años tengo que estar comprándoles pacas de paja para el invierno y me cuestan el dinero. Total, para cuatro caballones de papas que sembramos... tenemos el pequeño tractor para arar el huerto, y para arar el olivar tiene que venir Jacinto con el tractor grande. Es mejor venderlos antes de que mueran de puro viejos.
- Bueno, me parece razonable. Además el resto de los animales es más fácil de cuidar. Venderlos os quitaría una carga de encima.
- Es cierto, pero ¿quién va a querer comprarlos si nadie siembra ya nada?
- Uhm, tengo una idea -dijo Lucas- podemos intentar una cosa. No nos costará mucho y no tenemos nada que perder. ¿Por qué no los ponemos a la venta por internet?
- ¿Eso no cuesta dinero? -preguntó su padre.
- Casi nada, hay muchas páginas donde te dejan poner anuncios gratis, sólo habría que pagar el tiempo que estemos en el ciber café escribiendo el anuncio. Deberíamos hacerles algunas fotos para ponerlas en el anuncio, así parecería más creíble.

Días más tarde, Manuel y Lucas condujeron a los animales al jardín de su vecino Jörgen. El jardín de Jörgen tenía césped y un pequeño estanque con nenúfares y carpas junto a una gran roca.

- Aquí van a salir unas fotos estupendas -decía Lucas con una sonrisa- Ahí está perfecta. No te muevas "Paloma". Di "patata". Jajajaja...
- Menos cachondeo niño, que esto es serio -interrumpió Manuel sonriendo- Hazle dos o tres por si sale en alguna con los ojos cerrados.
- Ahora el mulo. Ponlo mirando para el otro lado, que ése no es su perfil bueno.

Una vez revelado el carrete, padre e hijo examinaron el trabajo de la sesión fotográfica:

- Están todas bien. Podemos utilizar cualquiera.-dijo Lucas.
- Mira el mulo, parece un purasangre ¡Que lustre tiene! Como se nota que no le hacemos trabajar...
- Voy a escanear las las fotos. Mañana me escaparé un rato al ciber a poner los anuncios. A ver lo que pasa.

Cuando Lucas estuvo conectado a internet, rápidamente encontró un portal de anuncios gratuitos. "¿Dónde pongo yo el anuncio?", se decía. Miró las categorías durante un tiempo y finalmente encontró una sección de "Mascotas" dentro de la categoría "Aficiones". "Por aquí habrá que buscar", se dijo sonriendo. Curiosamente, los caballos aparecían como mascotas. Para Lucas, y seguramente para su padre también, aquellos animales no eran mascotas, eran herramientas de trabajo. ¿Quién va a querer vender su perro o su gato? Las mascotas forman parte de la familia, no se venden, sólo sus crías. "¿Cómo pueden considerar mascotas a los caballos?", se preguntaba.

Lucas entró en la sección de caballos y comenzó a ojear los anuncios que allí había: caballos de raza, purasangres, ponis... "Pues aquí habrá que poner los anuncios", se dijo. Comenzó a escribir:

"Se vende burra de pocos años. El animal tiene gran envergadura. Apta para la reproducción, para el transporte de mercancías y para realizar tareas de labranza. Interesados llamen a Manuel tfno:............"

"Se vende mulo grande. Apto para el transporte de mercancias y tareas de labranza. Interesados llamen a Manuel tfno:........"

Después, Lucas procedió a subir las fotos de los animales a la red. Su desilusión fue que la página sólo permitía tamaños de imágenes muy pequeños. Los animales apenas se veían. "Tanto trabajo para esto", pensó. "En fin, ya está hecho. Que sea lo que Dios quiera. Más no se puede hacer".

Pasó el verano, y Lucas tuvo que volver a la capital para hacer unos exámenes de recuperación en septiembre. A su vuelta, sus padres tenían una noticia que darle: habían vendido los animales.

- ¡Anda ya! -exclamó el chico- Estáis de broma.
- Que no, es cierto. Ve a ver los corrales si quieres.
Era cierto, los animales ya no estaban.
- Pues va a ser verdad. ¿Qué pasó?
- Al poco de que tú te fueras, nos llamó un tipo. Se presentó aquí con un camión de ésos con remolque para transportar animales. Los vió y se los llevó.
- No me lo puedo creer -le dijo Lucas.
- Pues nos compró hasta la cabras -respondió su padre con una sonrisa.

Todavía hoy, cuando Lucas camina por los centros comerciales, se sigue preguntando si sus animales acabaron convertidos en "Whoppers" o en "BigMacs".

Texto agregado el 23-01-2009, y leído por 173 visitantes. (1 voto)


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