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In Medula Dreams II
Una vez muerto se me apareció todas las noches en los sueños. Sentado en la mesa del comedor de siempre, al lado de la viga central de la casa, con una tranquilidad envidiable, hablándome como me hablaba en vida. Y yo lo veía sentado frente a mí observando como lucía su camisa verde claro de manga corta, comiendo un huevo cocido y escuchando cómo le echaba sal con sus dedos ásperos y extraños, aparentemente finos que daban la impresión al rozarlos de estar restregando lija. Estaba vivo, más que nunca. Lo recuerdo sentado a mi lado, recurriendo a mí para ayudarle a aclarar cualquier tema, lo recuerdo de pie, y no postrado en cama como estuvo mucho tiempo, y me alegro de no recordarlo así, cuando era presa de la angustia y se desgañitaba maldiciendo. Un día al llegar al apartamento, muy orgulloso por haber obtenido una mención honorífica en la universidad creí verlo detrás de la puerta esperándome ansiosamente, como si presintiese mi gloria, pero al abrir la puerta no encontré a nadie, y busque su abrazo por todos lados, e intente abrazar el aire por si acertaba atraparlo pero no encontré nada. No encontré al hombre que recibía mis éxitos. Con un abrazo al abrir la puerta y me subía en sus hombros y repetía a la gente que el era su hijo y luego me premiaba con un regalo. Me impulsaba luego a conseguir otro éxito, prometiéndome un paseo o un reloj que iluminara en la oscuridad para final de año, desde aquella vez tuvo una revelación. No sería totalmente feliz con todos mis éxitos, sin tener la convicción que puedo coleccionar éxitos sin el menor estimulo, pues él muy seguramente no sabe nada.
Aquel domingo en la tarde me mandaron llamar. Estaba el carro de mi tía Nelly. Allí estaba mi abuelita sentada atrás llorando, y mirándome a los ojos muy tiernamente. Me tomó de las manos y dijo con la voz muy suavecita antes de pegar un aullido de dolor: “su papá se murió”. Yo la quedé mirando sin hacer ningún gesto, mientras mi mente reproducía como un eco esas palabras: “…su papá se murió, su papá se murió…” pensé que muchas personas morían, pero que de mi familia nunca iba a morir nadie. Me vi saliendo del carro a algún sitio solitario, donde pudiera asimilar toda mi melancolía y mi desgracia, pero el dolor me mordió muy duro y no pude más que quedarme acurrucado pensando. Entendía, perfectamente lo que era la muerte pero dentro de mí había una obstinada esperanza que me hacía pensar que iba a volver. Pero rotundamente convencido de lo contrario y al tener que repetir varias veces, no va a volver nunca… no va a volver más!. Entonces sentí por primera vez cómo la muerte me despojaba de lo que yo más admiraba en la tierra. Fue ahí, unos minutos después que empecé a llorar desconsoladamente, con un llanto extraño que me salía desde el estómago y me rozaba los pulmones, un llanto frío y tembloroso. Era el llanto desesperado que nos causa la muerte de otros.
Al otro día amanecí sin papá. Caminé hacia el colegio y estuve todo el día recibiendo clase y hablando con mis amigos y sin poder escuchar nada. Un enjambre sordo de imágenes saturaban mi mente y no oía nada, nada. Así dure algunos días pensando en como iba a ser mi vida sin papá. Un día quise comentarle algo al alguien, pero nadie estaba cerca, así que no pude. Pero al dormir soñé que hablaba con él y el me aconsejaba. Desde ese instante lo veo todas las noches en mis sueños como urdiendo cierta complicidad en los sucesos de mi vida diaria. Todavía sigue presintiéndolo todo. Como aquella remota vez que se consiguió cien mil pesos y me compró una máquina de escribí eléctrica, para que me pusiera a escribir, y allí construí mis primeros relatos, como si presintiera que fuera a ser escritor. O como aquella vez que me regalo un libro de Herman Mellville que le obsequiaron por ser el mejor bachiller cuando me regalaron un ajedrez, y tiempo después fui campeón en ajedrez en un torneo improvisado con todos mis amigos. O cuando me regalo una bicicleta y quedé en segundo lugar en una carrera de un campeonato infantil del municipio, o como cuando me prohibía salir de noche temiendo que bebiera alcohol, etc. Era como si viera por señales aún desconocidas todo lo que yo iba a ser y sembrara en mí los éxitos que cosecharía en la soledad, aun cuando todo lo aprendí solo.

Texto agregado el 23-01-2009, y leído por 166 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
02-08-2009 Bueno, bueno. Muy bueno. valky
 
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