Viajar entre las sábanas, sin encontrar un sitio donde descansar en paz, tal parece que, a cada minuto de la noche, el espacio se hace más grande, el abismo más pequeño y el tiempo se detiene. Solo falta la lápida con mi nombre.

La luna resplandece entre nubes de soledad, un rayito de luz perfora mis ojos y me incitan a soñar. Mantener los ojos cerrados es cuestión de voluntad para deshacerme, y rehacerme en los pensamientos que me invaden y llenan cada rincón de este cementerio.

Pronto el sol lamerá los cristales de mi ventana, la atravesará deslizándose por el suelo; como una serpiente de luz. Las velas llorosas acompañan el rastro de humo de mi último cigarro.

Suena la música del recuerdo de tu voz, me dejo mecer... sueño, te sueño, te presiento y siento que te espero escondida tras la palabra “deseo”; con la piel encendida y la luz apagada.

Y ya nada más existe que el licor de tu canción que bebo despacio. Embriagada, tu piel me guía como un faro, transformándome en ola, en espuma. Te busco para ser luz, para incendiar la estancia.

Mi lengua se hace pregunta que busca la respuesta de tu saliva, mi cuerpo busca tus manos, sediento de caricias que arranquen sonidos a la noche. Quiero ser el instrumento de tus horas, las notas que salen del roce ciego de tu cuerpo con el mío.

Mi música se difumina con tu ritmo, y borras mi aliento creando promesas de oleaje. Quiero ser tu casa, mi ombligo te nombra sin palabras, mis pechos le susurran a tus manos caricias de algodón. Camino tu mapa con mis dedos, tensando tus cuerdas, alma de ballesta.

El aire se incendia, se espesa. Y vuelo, vuelo mecida en un columpio de fuego. Paro el reloj mientras busca mi boca el contorno de tu nuca, mi lengua traza senderos por tu cuello, como notas enlazadas, trazando melodías que buscan tu centro, y ahí me detengo. Ademanes de gata que no pide permiso.

El mañana, ya esta aquí, tocando el timbre, ansioso de sacarme, de bañarme de futuro, y de caminos que me guíen hasta ti…estoy cansada para seguirte.